Ni Lecumberri minó su solidez ideológica y creativa
El pueblo nunca renuncia a sus libertades
si no es por el engaño de una ilusión.
Edmund Burke
José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
Una de las más gratas sorpresas que brinda escudriñar la historia en busca del dato que enriquezca el acervo y la nota que se prepara para compartir con el lector, es descubrir que un personaje de la magnitud de José Revueltas —cuyo centenario de su natalicio conmemoramos este 20 de noviembre— fuese vecino de la colonia Roma.
Gracias a su memoriosa hermana Rosaura, sabemos que los Revueltas adquirieron la casa ubicada en el número 22 de las calles de Querétaro, propiedad a la que la reconocida actriz y bailarina califica de “pretenciosa”, y en cuya sala principal don José, el patriarca familiar, fomentó en sus hijos el placer por la lectura.
Fue en 1921 cuando, proveniente de Durango, la familia Revueltas llega al exclusivo fraccionamiento ideado por los Lamm. Seguramente los pequeños de la casa debieron haber disfrutado los festejos del Centenario de la Consumación de la Independencia, organizados por la municipalidad y en la que participaron los alumnos del Colegio Alemán, ubicado en la Avenida de la Piedad, a donde fueron inscritos José y sus hermanos.
Cuenta Álvaro Ruiz Abreu —biógrafo indiscutible de José Revueltas— que una incursión a la vecina colonia de los Doctores marcará para siempre la vida del escritor, pues en ella contrastó por vez primera la abismal diferencia entre la aburguesada vida de la colonia Roma y la precariedad de su vecina, la colonia de los Doctores, cuyas paupérrimas viviendas y sus inmundas calles lo condujeron hasta la fétida morgue del Hospital General, en donde concluyó su persuasiva escapada.
La prematura muerte de don José Revueltas, ocurrida en 1923, convulsionó la vida de una familia hasta ese momento ajena a las penurias y a los vaivenes de la Revolución. La pérdida del padre los obligó a refugiarse en los altos del negocio familiar, ubicado en el populoso barrio de la Merced.
José abandona la escuela y empieza a formarse a la sombra de las charlas de los amigos de su hermano mayor, el músico Silvestre Revueltas, y en sus largas permanencias en las bibliotecas públicas cercanas al barrio.
Su militancia comienza en su plena adolescencia, en 1929, año en el que seguramente participó activamente a favor de la autonomía universitaria y que ciertamente causó su ingreso por seis meses en la Correccional de Menores.
Su vida carcelaria, marcada por sus dos estancias en Islas Marías y su reclusión en la prisión de Lecumberri en 1968, jamás minó su solidez ideológica y su entereza creativa, virtudes conservadas hasta su muerte, acaecida el 14 de abril de 1976.
Como sentenció el irlandés Burke, José Revueltas nunca renunció a sus libertades, nunca se dejó engañar por la ilusión, siempre supo transmitir e interpretar con profunda pasión los desequilibrios e injusticias perpetrados a la sombra de la corrupción que, desde todas las trincheras, nunca dejó de combatir.