Sin pena ni gloria en la CNDH
Yazmín Alessandrini
A estas horas, ya todo Méxco y el mundo entero sabemos quién es el nuevo titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
Designación nada sencilla para los senadores y el presidente de la república, sobre todo por la nada pulcra gestión que realizó Raúl Plascencia Villanueva, quien jamás logró entender las serias implicancias de ser el ombudsman en un país que tantos cuestionamientos genera día a día en el tema derechohumanista.
La era Plascencia al frente de la CNDH fue tan ineficiente como lo será su futuro en la vida institucional de México. Afortunadamente, sus ansias de ser reelecto para un segundo periodo fueron contundentemente sepultadas por una avalancha de legisladores (de todos los partidos representados en la Cámara Alta) que muy atingentemente supieron leer entrelíneas las señales que el tijuanense envió, a través de los medios de comunicación, para desacreditar la autoridad moral de sus adversarios y catapultar la suya en aras de colmar (primero) su ego y (después) su sed reeleccionista.
El paso de Plascencia por la CNDH pasará a la historia sin pena ni gloria, como un inaudito blackout de cinco años en los que México se rezagó dramáticamente en materia de derechos humanos, de tal manera que en el concierto internacional se nos percibe como una nación cuyas autoridades y ciudadanos viven indiferentes ante los abusos, los homicidios, la tortura y las desapariciones. Amplia corrupción e impunidad.
Ojalá que tras su salida quien llegue logre limpiar la casa y dejar en claro la manera como fueron utilizados los recursos de la CNDH, sobre todo los correspondientes a este año, ya que son muy fuertes los indicios que apuntan a que Plascencia repartió poco más de 1.2 millones de pesos de manera acelerada a distintos organismos sociales, a manera de apoyos y subsidios para impulsar su elección y para catapultar campañas de desprestigio contra sus adversarios.
Por éstas y otras anomalías es que en septiembre pasado se presentó una demanda de juicio político en la Cámara de Diputados contra el ex ombudsman por faltar al mandato de defender a las víctimas de violaciones de derechos humanos.
La negativa en el Senado a respaldar un segundo periodo de Plascencia al frente de la CNDH es comprensible y terminó siendo el reflejo del consenso generalizado de distintos sectores de la sociedad de que no sólo no contaba con el perfil idóneo para presidir la CNDH, sino que con su actuación le generó un grave desprestigio y desconfianza a nivel nacional e internacional.
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