“Brahms es un genio sin aura, un trágico sin escenografía, un romántico austero”

Herencia y tradición entre música y literatura

Roberto García Bonilla

Las herencias procuran continuidad; preservan tradiciones y mantienen viva la memoria individual y colectiva como testimonio, documento e historia; todos somos deudores de un legado que con frecuencia no reconocemos y desechamos sus prodigios por la avidez inocua de las novedades. Desde el parafraseo habrá que aceptar que herencia también es destino y ahora se ilustra con el origen y la trayectoria de un narrador, cuentista y autor de la novela Un hilito de sangre (1991) que aun se llevó al cine (1995).

Eusebio Ruvalcaba (1951) es hijo de la pianista Carmen Castillo y del célebre violinista, director y compositor jalisciense Higinio Ruvalcaba (1905-1976) —a su vez condiscípulo de Silvestre Revueltas (1889-1940), el compositor mexicano más relevante del siglo XX—. Dio clases de violín a su hijo Eusebio, quien sucumbió ante el talento la severa educación del progenitor y muy pronto, antes de llegar a la adolescencia, desistió de sus estudios musicales, entonces desarrolló su vocación literaria. La tradición musical familiar le permitió mantener viva su pasión musical como difusor, cronista musical en la prensa escrita y la radio. Algunos de los más significativos se relacionan con autores e intérpretes de música clásica.

En su obra narrativa aparecen personajes y ambientes vinculados con la música; ha escrito sobre su devoción, entre otros, a su propio padre (Higinio Ruvalcaba, violinista), a la leyenda del piano Claudio Arrau (1903-1991), a Mozart (1756-1791). Una de las mayores devociones de Ruvalcaba es —incluso por encima de Beethoven— el creador de Ein Deutsches Requiem: Johannes Brahms (1833-1897).

La veneración por Brahms produjo Amigos casi sólo de Brahms, conformado por un medio centenar de viñetas verbales sobre la relación cotidiana del escritor mexicano con la música del hamburgués; a los novísimos escuchas los introduce en algunas obras axiales de la música occidental, sobre todo, en la segunda mitad del siglo XIX. La música sinfónica, es cierto, es la más popular entre los melómanos, aunque su esencia más decantada se puede encontrar en la música de cámara; la de Brahms es uno de los ejemplos más decantados del romanticismo.

El Quinteto para piano y cuarteto de cuerdas opus 34 muestra un vigor entre el heroicismo y el drama; posee una fuerza que, en opinión de quien escribe, niega la opinión de Ruvalcaba: “Brahms es la pasión contenida” frente al caso de Beethoven sintetizado como “un volcán en erupción”; aunque también considera que es imposible comparar el romanticismo en ambos compositores, pues hay una continuidad en la tradición. El crítico Hans Von Büllow denominó la primera sinfonía del compositor de Hamburgo “La décima de Beethoven”, afirmación que se mantiene vigente.

Ruvalcaba reitera la dificultad que representa la escucha de música de Brahms (más aún de la de cámara): ¡claro!, en sus obras los tejidos armónicos y polifónicos poseen una hondura y complejidad a la cual ya se refirió el incomprendido guía de la Segunda Escuela de Viena Arnold Schoenberg quien escribió en su célebre reunión de ensayos El estilo y la idea (1950): “Es importante considerar que, en una época en que todos creían en la expresión, Brahms, sin renunciar a la belleza ni a la emoción, puso de manifiesto su espíritu progresivo en un terreno que no había sido cultivado durante medio siglo. Pero él no vivía de fortunas heredadas, su fortuna la hizo por sí mismo. Su libertad en el lenguaje nos sorprendería menos si se tratara de un compositor dramático. La orquesta que al principio no era más que un elemento acompañante, se convirtió en factor primordial”.

En Amigos casi sólo de Brahms, la biografía emotiva, la pasión por la música se encuentran con el guía que nos introduce al compositor que fue visto en su época como un anti-Wagner y anti-Liszt, quien asimismo dejó a un lado el principio de la fusión de todas las artes en una obra total; a cambio “proponía nuevamente —señala el historiador Renato Di Benedetto— la idea de una música pura en las formas consagradas por la tradición clásica”.

La historiografía musical ha desechado —nos recuerda el estudioso italiano— el concepto de “músico atrasado y restaurador que por decenios había acompañado la imagen de Johannes Brahms”, hijo de la costurera Hersika Nissen y del contrabajista Johann Jacob Brahms, quien le dio sus primeras lecciones al joven Hannes, como lo llamaban sus cercanos. En su juventud se desempeñó como pianista de música popular y, también, de música de cámara.

A los veinte años de edad su destino profesional y anímico se transformó; durante una gira de conciertos con el violinista Eduard Reményi, conoció a Joseph Joachim, quien lo presentó con Robert Schumann (1810-1856), uno de los compositores egregios del románticismo; de inmediato le dio una gran bienvenida en un artículo llamado “Nuevos rumbos” —de la revista Nueva Revista Musical—, lo reconoció como el elegido, “llamado a hacer manifiesta, de modo ideal, la más alta expresión del tiempo”.

Ruvalcaba además de mencionar y dejar semblanzas de obras axiales de Brahms —como el Concierto para Piano en re menor opus 15, la Cuarta sinfonía opus 98 (cuyo primer movimiento, Leonard Bernstein denominó un tango alemán) y diversas obras de cámara—, reflexiona sobre el arduo camino del compositor alemán, quien profesó un amor lejano y discreto por la pianista y compositora Clara Wieck, esposa de Schumann, tan anecdotizado por el imaginario popular. A lo largo de sus viñetas, Ruvalcaba nos traza a un Brahms de una fortaleza indómita, que mantuvo hasta el final de sus días —en Viena— una jovialidad anímica tan intensa como su fragilidad, plena en su puerilidad.

Amigos casi sólo de Brahms nos recuerda que todos somos perseguidos por nuestros orígenes; al mismo tiempo resplandece la figura de uno de los compositores que algunos veneramos sin reparos. Brahms es un genio sin aura, un trágico sin escenografía, un romántico austero, que respetó por encima de todo la libertad y su trabajo creador.

Eusebio Ruvalcaba, Amigos casi sólo de Brahms, México, Universidad Autónoma de Tabasco-Ediciones Monte Carmelo, 2014.