Bernardo González Solano
Las formas cambian, el fondo es el mismo. La lucha por el poder, sobre todo por el internacional, es a morir. Antes, los odiados y sanguinarios conquistadores se rifaban el físico para apoderarse, a nombre de terceros que nunca se dignaban hollar con sus “reales” calzas sus nuevas propiedades, los tesoros del nuevo mundo. Ahora, los representantes legales de los antiguos indígenas viajan a bordo de sus modernos aviones a ofrecer, en lugares exóticos y modernizados, los “cuernos de la abundancia” autóctonos para que los nouveaux riches mandarines engorden —hasta lo increíble— sus carteras bancarias, “haciendo negocios” con los “jodidos de siempre”, ahora se llaman “países emergentes”. Otros asisten a esas reuniones —cumbre rotulada como Foro de Cooperación Económica de Asia y Pacífico (APEC), en la legendaria Pekín, ahora Beijing—, aceptando disfrazarse con el traje que le acomoda al anfitrión, haciendo a un lado el orgullo y la prepotencia de antaño, con el propósito de salvar una primacía que propios y extraños han puesto en duda desde hace algunos años. Ya pasó a la historia que el primer mandatario negro de la Unión Americana, Barack Hussein Obama, haya aparecido vestido a la Mao en la inevitable fotografía de familia con los mandatarios participantes (21) en la citada cumbre pekinesa APEC. Así es la historia.
Como en los tiempos bíblicos, los “reyes magos” llegaron a Belén cargados de regalos: oro, incienso y mirra. Aquellas ofrendas se han convertido en carretadas de billetes verdes. La zanahoria (o la mazorca, da lo mismo) ofrecida a los presuntos socios del futuro (como antes lo hacían con los sheriffes del Tío Sam, ahora tan vituperado y evitado), tiene signo de dólares con el respaldo de yuanes. Al inaugurar el Foro, el presidente de la República Popular China, Xi Jinping dijo que en la próxima década la inversión china en el extranjero “alcanzará 1.25 millones de millones de dólares”, (no sé cuántos ceros necesite esta cifra). Al mismo tiempo anunció la contribución de 40 mil millones de dólares para un Fondo de la Ruta de la Seda, con el propósito de invertir en infraestructura para apoyar su visión de una “nueva ruta marítima de la seda”.
Quién hubiera imaginado en los años cincuenta del siglo pasado que el régimen comunista chino encabezado por Mao Tsé Tung (ahora Mao Zedong) se hablaría de “tú” con sus pares de Moscú y Washington y, además, los viera de arriba a abajo. Como afirma el experto en relaciones internacionales chino, Gao Feng: “Antes, China era el país débil y Rusia, la antigua Unión Soviética, el fuerte. Pekín tenía que preocuparse por lo que hiciera o dejara de hacer Moscú. Ahora toca jugar a la inversa”. Los vínculos que mantenían como regímenes comunistas ambos países a mitad del siglo XX, eran muy diferentes. El temible José Stalin marcaba el paso frente a Mao Tsé Tung. Hoy, Pekín (en la persona de Xi Jinping) es el “hermano mayor” el que está en posición dominante.
Por el momento, el presidente chino encontró su complemento internacional haciendo dupla con el presidente ruso Vladimir Putin para enfrentarse al primer inquilino mulato de la Casa Blanca en Washington. La todavía segunda potencia económica mundial se convirtió en el principal socio comercial de Rusia, con lo que el intercambio alcanzó los 90,000 millones de dólares en 2013 y que en el primer semestre de este año creció un 3.4% respecto al año anterior. China crece aunque su ritmo haya bajado a como lo hacía en años anteriores, y se mantiene en la permanente búsqueda de fuentes de materias primas, sobre todo en cuestiones de energía, misma que le puede proporcionar su vecino del norte que necesita contar con nuevos clientes debido a las crecientes malas relaciones que mantiene con la Unión Europea y Estados Unidos de América a raíz de la crisis en Ucrania. Amén de las cuestiones económicas, ambos lìderes, Xi y Vladimir, cuentan con una visión ideológica similar: comparten una perspectiva nacionalista y un modelo de liderazgo de “hombre fuerte” dispuesto a desafiar las injerencias extranjeras. Los dos juegan con la idea de ser la alternancia al modelo occidental y al dominio de Estados Unidos como la principal potencia. El “sueño chino”, que en esta cumbre de la APEC hizo extensivo a un “sueño para Asia-Pacífico”, ratifica a Xi Jinping como líder regional. No Putin, que después de esta cumbre asistió a la reunión del G-20 en Brisbane, Australia, de donde tuvo que retirarse anticipadamente por la tremenda presión que recibió de algunos de los líderes asistentes, para que se “retirara” de Ucrania. Aunque Xi y Vladimir andan de la mano por el momento, es claro que el chino dice la última palabra.
La reunión en Pekín —donde Jinping jugó a la grande para recibir a sus huéspedes, hasta con un lago artificial hecho ex profeso— estuvo llena de símbolos. La nomenklatura china buscó todos los signos posibles que anunciaran el nuevo nivel en el equilibrio de las potencias. Casi dos años después de su ascenso al primer nivel del gobierno chino, Xi Jinping ha concentrado en sus manos todos los poderes y dispone de ocho años más para manejarlo. Durante dos días se enfrentó en su propio terreno con el presidente Barack Obama, disminuido por la derrota en las elecciones intermedias, con una influencia declinante aunque todavía dará la lucha frente a los republicanos, especialmente en el extranjero donde puede hacer más que en su propio país, y que terminará con sus funciones presidenciales en dos años más. La prioridad de Xi Jinping es forjar un nuevo tipo de relaciones entre las grandes potencias” con Estados Unidos, en la que Pekín y Washington (pero también Moscú, incluida en este club por China), jugarían al mismo nivel. La cumbre de APEC fue la mejor prueba del puesto que la República Popular China quiere desempeñar en el complejo “ménage a trois diplomático”.
Jinping puso al presidente ruso, Vladimir Putin, y a Barack Obama, a su izquierda y a su derecha en todas las reuniones de Estado, sin que esto rompiera el hielo entre ambos mandatarios, que casi actuaban como si el otro no estuviera presente. No obstante, en los intermedios el estadounidense se reunió en varias ocasiones con su homólogo ruso, durante quince o veinte minutos en total. Siempre tocaron el tema de Ucrania, Irán y Siria, No hubo progresos en las relaciones ruso-estadounidenses que se encuentran en su nivel más bajo desde el fin de la guerra fría.
Por si hiciera falta, en esta cumbre se ratificó la competencia entre Washington y Beijing por liderar el libre comercio entre ambas playas del Océano Pacífico. Parodiando el poema: “Asia a un lado, al otro América”. China pretende impulsar un área de libre comercio en la zona frente a una iniciativa similar de EUA que incluye a otros once países de APEC, como Japón y Australia, pero no a Beijing pese a ser el primer exportador del mundo y el mayor socio comercial de casi toda la región. En tanto, China apuesta por el Area de Libre Comercio de Asia-Pacífico (FTAAP, en inglés), y EUA abandera su propia Alianza Transpacífica (TPP). Al aprobar una hoja de ruta para su creación se evitó una colisión frontal entre los dos gigantes. A su vez, México, Perú y Chile, hicieron lo que pudieron en esta cumbre. Todos, girando alrededor de Beijing, ¿hasta cuando?.VALE.
