Como en el beisbol, errores de cabeza

 

 

Procuremos ser más padres de nuestro

porvenir que hijos de nuestro pasado.

Miguel de Unamuno

 

José Fonseca

La crisis actual, magistralmente descrita por el maestro José Elías Romero Apis como crisis de opinión pública, ha empezado a mostrar que, salvo honrosas excepciones, es escandalosa la fragilidad de la vocación democrática de nuestras elites ilustradas, políticas y económicas.

Por supuesto que mucha de la crítica implacable al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto tiene su origen en los prejuicios ideológicos, en el innato antipriismo de las elites.

Unos porque pronto se acostumbraron a disfrutar del repliegue del Estado durante los doce años de gobiernos panistas, otros porque en muchos, más de los que pensamos, la vocación democrática es como un bloqueador solar, no va más allá de la piel; se quita y aparecen, o la tentación del autoritarismo, o el inmaduro deseo de la figura paterna que resuelva todo.

Quizá, como algunos afirman, hubo rasgos autoritarios en los gobiernos de partido hegemónico del siglo pasado, pero entre eso y la figura de la presidencia omnipotente construida por tantos adversarios, hay una enorme y muy real distancia.

Pero tanto se lo repitieron a sí mismos, que son muchos que llegaron a creer en esa omnipotencia. Pero llegó la alternancia y los dos mandatarios panistas tuvieron la amarga experiencia de que el poder de la Presidencia recibida no lo podía todo. Descubrieron que el ejercicio del poder presidencial exige de un permanente ejercicio de la política, a veces para persuadir, a veces para negociar, otra para transigir.

Muchos factores, unos internos, otros externos, influyen en la actual crisis de opinión pública que agobia al gobierno peñista. Ninguno mayor que otro. Igualmente influyen los errores de juicios cometidos por el equipo gobernante, por el equipo más cercano al presidente Peña Nieto. Como en el beisbol, errores de cabeza.

Sin embargo, a uno le parece muy singular que tantas mentes lúcidas, algunas brillantes, de pronto sean invadidas por la nostalgia de aquello de describió Enrique Krauze como “la presidencia imperial”.

Ante la gravedad de las circunstancias actuales claman por que el presidente Peña Nieto ejerza aquellas satanizadas facultades metaconstitucionales, las facultades de una presidencia imperial que nunca fue tal, pese a las leyendas urbanas. Y así, mágicamente nos libre de las adversidades.

Lástima, pues como dice Joaquín Sabina: no hay nostalgia peor que añorar lo que jamás sucedió.

 

                                         Jfonseca@cafepolitico.com