Mezquindades albicelestes
En la adversidad conviene muchas
veces tomar un camino atrevido.
Séneca
José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
Una vez más la ciudad ha sido víctima del desplante del Poder Legislativo, cuya mayoría de sus miembros le ha negado su derecho pleno a ser reconocida como parte integral de la Federación con los mismos atributos, facultades y prerrogativas aplicables a las 31 entidades libres y soberanas que conforman la república, por enésima ocasión.
Pese a un anunciado consenso entre los integrantes de la Comisión del Distrito Federal en el Senado de la República, en el último momento los legisladores del PAN utilizaron la estratagema de ruptura de quórum para impedir la discusión y aprobación de la reforma política que homologaría la ciudad de México con el resto de los estados de la república, reconociendo así su soberanía y los derechos plenos de sus habitantes y respetando al tiempo su calidad de sede de los poderes federales.
El menosprecio legislativo al arduo trabajo desempeñado por el propio jefe de Gobierno, Dr. Miguel Ángel Mancera; por su secretario de Gobierno, Héctor Serrano, y por el experimentado jurisconsulto Porfirio Muñoz Ledo, a quien se le encomendó el trabajo de construir los acuerdos necesarios que lograrían el viejo anhelo albergado por notables constituyentes de 1857, como Francisco Zarco, Guillermo Prieto e Ignacio Ramírez, para brindar a la ciudad de México igualdad de derechos y deberes en el concierto federal, aspiración que se vio intempestivamente frenada por “incomprendidos argumentos” albicelestes sobre temas supuestamente superados en el interior de las comisiones unidas, las cuales emitieron el dictamen que sería discutido en el Pleno del Senado en su sesión del pasado 15 de diciembre.
El concertado vacío orquestado por los panistas y senadores de otros partidos, postergó una reforma quirúrgicamente cronogramada para generar las condiciones que permitieran que los diputados electos para constituir la VII Asamblea Legislativa del Distrito Federal —del 1 de octubre de 2015 al 31 de enero de 2016— ejercieran como integrantes de la Asamblea Constituyente, debiendo a un tiempo desahogar los temas inherentes a su función legislativa y los debates y aprobación de la Constitución Política de la Ciudad de México.
Lamentablemente, el agobio de ser capital de la república volvió a privar a los capitalinos del sano ejercicio del debate parlamentario y del consecuente desenlace democrático en torno a los esquemas y equilibrios que permitan a un tiempo la coexistencia de autoridades locales con las federales, tal y como se ha logrado en otras latitudes del planeta en las que la democracia respondió a las expectativas ciudadanas de quienes habitan ciudades capitales, sin menoscabo de sus derechos y libertades.
Tras el descalabro sufrido como consecuencia de las mezquindades partidarias, el Gobierno del Distrito Federal debería tomar un camino atrevido, como el que recomendaba Séneca ante la adversidad política que representa esta inmerecida dilación democrática.