Norma Salazar
Hoy en día, el mundo se enfrenta al viejo desafío de las dictaduras burocráticas, esa cortina que divide a los megalómanos políticos con su pueblo.
El pueblo tiene derecho a igual protección legal y a beneficiarse de ésta en igual medida sin abuso de autoridad ni discriminación. Y esto se entrelaza con el postmodernismo. Con el objetivo de que en algún momento, en algún lugar se impondrá en la sociedad el estado de un mejor bienestar para todos, como describiera Karl Kraus en su libro Los últimos días de la humanidad donde nos revela complejos abusos de los imperios, la humanidad misma que se hundió en la matanza.
El mundo se ha transformado en una fuerza negativa que destruye gente civil, una desolación humana que surge a la reacción de toda sociedad avasallada, liberaron el capitalismo de su sometimiento histórico abriendo el camino del paradójico-progreso a una regresión contribuyendo en el despojo de los valores humanos, La Historia Mundial de la Megalomanía de Pedro Arturo Aguirre nos vuelve a inferir el culto de la personalidad deshumanizada de los gobernantes que se exaltan por su conducta pulsional, el disfrute de sensaciones desmedidas Hombres de posición con poder; la razón es el instrumento que Dios le ha dado a los hombres para acercarse a la verdad pero en contrapartida también trasluce el interés por refinar las conductas, disimular los burdos actos y explotación, ocultar la brutalidad a simple vista del hombre dictador. Claros ejemplos fueron: Mustafa Kemal (Atatürk) que se autonombrara (padre de los turcos), Ho Chi Minh (el Tío Ho), Josip Broz (Tito) por nombrar algunos, es primordial aunque sólo de modo muy sintetizado saber cuál es el precepto del perfil de un megalómano cómo se manifiesta en todos los cotos que le rodean.
El protagonista político Nicolae Ceaucescu decía: “¡Que el pueblo me ame! ¡Que el pueblo me rece! ¡Que el pueblo sea el espejo en el que me veo todas las mañanas!”. Un fuerte alter ego se percibe en él como un provocador que reanima la violencia colectiva. Lo cual consigo lleva varias consecuencias: uno, que abandona el dominio de la percepción cotidiana para entrar en su conciencia abstracta; dos, su eficacia va dirigida a la fatalidad, no a su intención dictatorial; tercero, la certeza de ser juzgado; por último, una mecánica ejemplar de castigo, ese castigo-espectáculo por la polis.
El horror que envolvió al pueblo rumano comunista fue la vergüenza infringida al torturarlo coinvirtiéndolo a una violencia excedida una barbarie total en el país y, como prueba de ello la débil influencia de la razón sobre la conciencia humana.
En el capítulo 47 dedicado a Tres episodios del señorpresidentismo mexicano el autor y politólogo Pedro Aguirre escribe la hegemonía del partido priista con el apoyo del Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Es también de observar la gran articulación política en un partido turbado y lleno de negligencias en un país dominado por el gobernante en turno como lo apuntara atinadamente Jorge Carpizo Mc Gregor: “El presidente mexicano gozaba de amplísimas facultades legales y ‘metaconstitucionales’”, a tales hechos anexemos las políticas públicas que todavía no acaban de ser una verdadera institución de investigación científica de los delitos y agreguemos a nuestros policías más corruptos e ineficientes no sólo en nuestro país sino en América Latina, amén de faltar una política criminal efectiva por parte de las instituciones y prevención del delito, un asunto negro en lo inmediato, cuando está comprobado el alto índice de homicidios y abuso de poder.
Y mientras el Estado se fortalece a costa de la sociedad civil, ésta se encuentra a merced de la violencia, la inseguridad y los gobiernos fallidos. Si se pensaba que con la reforma constitucional en materia de derechos humanos y con la nueva Ley de Amparo se iba a acabar el quebranto en este rubro existente en el país, cuán equivocados estábamos.
Por otro lado el populismo latinoamericano con pompa y circunstancia que relata Aguirre no es más que el culto a la personalidad en escenarios; el pueblo rinde culto al líder y éste adula a las masas para convencerlas de que ellos son superiores como el admirado Mussolini. Lo primero que debemos observar del fenómeno ‘Populismo’ es la discrepancia de criterios y enfoques de dicha interpretación, sea, para comprenderlo en el ámbito sociológico, económico, político, cultural, ideológico y discursivo, no olvidando que puede ser el personaje en turno calificado como positivo o negativo.
La bipolaridad de amigo-enemigo aplicada al populismo opera a un reduccionismo político que embate elementos psicológicos muy presentes en la relación líder-masas y sus consecuencias entrelazadas a una comunidad.
El líder robustece su liderazgo y el movimiento cuando gana la confianza de la muchedumbre para realizar sus metas, es más “absoluto” así, sea el supuesto enemigo que se cruza en el camino de sus objetivos, mayor será la fuerza de su movimiento, para esto es necesario deshumanizar al enemigo y, para conseguirlo, un líder apela a la adulación de éstas; convenciendo de que ellas son “superiores”, esto es, la deshumanización del escenario político es intrínseca al populismo: “Exijo lealtad absoluta porque yo no soy yo, ¡yo soy un pueblo, carajo!”: Hugo Chávez Frías.
Los discursos construyen imágenes idealizadoras del populismo como fenómeno político ascético no contaminado con la psicología de las masas, esta adulación de la multitud psicológica hacia un actor que trasciende a los límites de la vida individual.
No olvidar que los líderes fascistas fueron maestros en el arte de adular a las masas. Juan Domingo Perón rebasó esto cuando identificó a la Patria con el movimiento, llamándolo “antipatria” a sus enemigos y, declaró la “santidad” de Evita aún viva; el 18 de octubre fue proclamado “Día de Santa Evita”, después de muerta, Perón la glorificó, buscándole un espacio reservado para los peronistas que “sacrificaron” su vida por el pueblo como sucedió tiempo después con Néstor Kirchner.
La Megalomanía es un estado psicopatológico; un complejo de superioridad, la compulsión eufórica donde el sujeto aquejado por esta perturbación tiende a verse en situaciones imaginarias de una forma tal que sólo él termina creyendo: “¿y por qué no he de compararme a los Dioses? Basta ser tan cruel como ellos”: Calígula (según Albert Camus). Sin olvidar su contraparte, que debemos seguir de pie y luchar como lo hizo saber el gran escritor Ernesto Sábato: “La historia no es mecánica porque los hombres son libres para transformarla”.