Patricia Gutiérrez-Otero
No pueden dejar de revolotear en mi cabeza los chavos anarquistas. Si mal no recuerdo sus primeras apariciones claras fueron en las marchas de los Yosoy132. Los enfrentamientos con los granaderos provocaron heridos. Entre ellos el descalabramiento de un profesor que falleció. Desde entonces esos jóvenes se hicieron llamar a sí mismos anarquistas. La gente no sabía si se trataba de provocadores enviados por el gobierno o no, pues estamos acostumbrados a los famosos porros, halcones o infiltrados.
En las últimas manifestaciones, a raíz de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, ha quedado claro que sí se trata de jóvenes, pienso que con estudios superiores y nobles intenciones, que se adhieren a una rama anarquista que opta por lo que históricamente se llamó “la propaganda por el hecho” y que se lleva a cabo a través de la acción directa, como lo señaló el español José Luis García Mañas al describirla como una táctica “basada en el uso de la violencia para llamar la atención sobre las desigualdades y para crear una situación de terror que produzca una espiral de violencia que acabe en la Revolución”. Sin embargo, el mismo autor hace notar que también existen agentes provocadores que están al servicio del gobierno: “Podemos añadir entre las causas de la violencia anarquista la actuación de agentes provocadores (…). Los gobiernos buscaban con estas acciones crear confusión para poder llevar a cabo así una acción más ‘eficaz’ contra unas ideas manifiestamente contrarias a sus intereses” [La represión del terrorismo anarquista, (1890-1900)]. Ambos, anarquistas violentos y agitadores provocan violencia por razones muy distintas; a ambos, los manifestantes los detienen.
Sin embargo, quiero insistir aquí en que no todos los anarquistas son violentos, y que éstos también buscan una Revolución, pero no armada. La rama del anarquismo no violento es amplia y está representada por grandes nombres como el Gandhi o el de Tolstoi, pero incluso el mismo Kropotkin escribió a finales del siglo XIX en La Revolte que “Una estructura basada en siglos de historia no puede ser destruida con unos cuantos kilos de explosivos”. Gandhi, por su parte, dijo que no se pueden usar medios violentos para alcanzar un fin justo, y cierro con sus palabras: “No admito el más mínimo recurso a la violencia para alcanzar el éxito… A pesar de toda mi simpatía y de toda mi admiración por la nobleza de ciertas causas, estoy totalmente en contra de que se las defienda por métodos violentos”.
Además, opino que hay que respetar los Acuerdos San Andrés, anular las reformas a la Constitución, bajar los salarios a los grandes burócratas y aparecer a los normalistas de Ayotzinapa.
