Alejandro Alvarado

Manuel Buendía fue asesinado por la investigación que estaba realizando sobre el involucramiento de la CIA en el narcotráfico para financiar la contrarrevolución en Nicaragua. En su libro La CIA, Camarena y Caro Quintero (Editorial Grijalbo) J. Jesús Esquivel corresponsal en Washington D.C., acreditado por la revista Proceso ante la Casa Blanca, el Congreso Federal y el Departamento de Estado de Estados Unidos, cuenta que cuando Héctor Berrellez, encargado de investigar el homicidio de Enrique Kiki Camarena en la llamada Operación Leyenda, solicitó las pertenencias oficiales de Camarena, recibió entre ellas la agenda donde estaba inscrito el nombre del autor de la columna “Red privada”.

—Al principio —dice Berrellez—, que él no sabía quién era Buendía, pero posteriormente se dio cuenta que la CIA había tenido que ver con el asesinato del periodista porque, precisamente, este comunicador había descubierto que en Veracruz la CIA estaba participando con el narcotráfico y lo contaba en el libro La CIA en México, en éste se describe el involucramiento de la agencia norteamericana en actos ilícitos. A raíz de que se publicó mi libro La CIA, Camarena y Caro Quintero, gente relacionada con las investigaciones del asesinato de Buendía me ha buscado para contarme cosas que quizá publicaré en algún momento. Todo indica que sí hubo mano negra desde el extranjero de la CIA en la muerte de Buendía.

—En su libro La CIA, Camarena y Caro Quintero usted revive sucesos relacionados con el narco ocurridos en 1985, ¿a qué se debe esto?

—Primero; porque faltaba información: había acontecimientos desconocidos que sucedieron en aquella época; segundo, por la liberación el año pasado de Rafael Caro Quintero que, hasta donde conocíamos en la historia oficial, era el villano principal de ese acontecimiento. Héctor Berrellez, el supervisor de Operación Leyenda, organizada por Estados Unidos para investigar el homicidio de Kiki Camarena y capturar a los responsables, se inconformó por la liberación del narcotraficante, sobre todo porque él, siendo supervisor de la operación, contribuyó con información para que se le acusara y sentenciara en México. Al darse cuenta Berrellez que éste era un tema, digamos, olvidado, tuve la suerte de que este agente me contactara y me confesara que a Camarena no lo mataron por los motivos que se decía, sino porque la CIA estaba involucrada en el narcotráfico con el cártel de Guadalajara. Camarena descubrió, precisamente, ese vínculo. Como reportero te imaginaras que cuando te dicen que la CIA está involucrada en el asesinato de uno de sus agentes es una información bomba.

—La presunta liberación de Don Neto, según la nota que usted mismo escribió en la revista Proceso, ¿viene a redondear este asunto?

—Créeme que no estuvo planeado publicar esto cuando saliera el libro, sino que fluyó la información. Lo que a mí me dijo una fuente, muy confiable y muy importante, es que el gobierno de México no quiere repetir el incidente de Caro Quintero: a quien liberaron, y como no había solicitud de extradición, él, cuando vio diez o veinte minutos de libertad, los aprovechó para esconderse e irse. Supongo que Caro ya sabía que el gobierno de Estados Unidos no iba a perdonarle nada, que iba a solicitarlo bajo otros cargos, como sucedió. Rafael Caro es prófugo de la justicia con fines de extradición. En este caso, de acuerdo a las fuentes, te repito, muy fidedignas, el gobierno mexicano ya le informó al Departamento de Justicia que Don Neto va a ser liberado. Para evitar otra molestia de incidentes de conflicto y pueda así este departamento elaborar un nuevo encausamiento judicial por otros delitos, y se le formularan nuevas acusaciones en Estados Unidos. Con esto, si Don Neto es liberado, inmediatamente vuelven a detenerlo con fines de extradición.

—¿En su libro le da una relevancia a Don Neto que hasta la fecha se había visto muy superficialmente?

—La historia oficial del caso Camarena no fue escrita por ningún mexicano, sino Eliane Shane, en su libro Desesperados y la asumimos como la historia oficial. En cuanto Berrellez empezó a contarme todo esto y tuve acceso a los testigos protegidos, quienes eran escolta de Don Neto y de Félix Gallardo. Me dicen ellos que el verdadero jefe del cartel, el mero capo de capos, era Don Neto. Rafael Caro Quintero, por ser más joven, tenía un comportamiento más rebelde, más cabrón, más agresivo, tenía más viejas que los otros y se vestía más moderno. La de él es la figura que se veía más. Me dicen los testigos que Félix Gallardo ya no se metía tanto en el negocio; sobre todo porque, aseguran ellos, entre El Azul y Don Neto mantenían el control del manejo de las drogas y una relación con los colombianos en el sistema de transportes. Berrellez lo presenta a Fonseca Carrillo como el verdadero capo de capos; tan es así que cuando Caro se excede en la tortura de Kiki Camarena y lo mata, Don Neto se molesta con él y lo abofetea, porque estaba consiente que matar a un agente federal de Estados Unidos iba a provocarles su captura. Si esto ocurría, Fonseca Carrillo sabía que los políticos que tenían a su servicio iban a traicionarlos por presiones de Estados Unidos. Nadie de ellos confesaría que había colaborado con los narcos, que había sido su socio, sino que asegurarían que ellos también estaban buscándolo y ayudarían a aprehenderlos.

—En algún tiempo se rumoró que el entonces gobernador de Jalisco, Enrique Álvarez del Castillo; el secretario de Defensa, Félix Galván López; un cuñado de Luis Echeverría, Zuno Arce; y Manuel Bartlett presenciaron la tortura que le infringió Caro Quintero a Kiki Camarena y al piloto Alfredo Zavala. ¿Esto es así? ¿Cómo entender la situación de que los políticos estén metidos en el narco?

—Con los documentos que me proporcionó Berrellez de la Operación Leyenda, sobre todo con los testimonios de los testigos se confirma esto. Se entiende que cualquier persona que estuvo relacionada con el narcotráfico te da la garantía de que está contándote la verdad. A estos testigos protegidos yo los entrevisté de manera separada y ambos coincidieron en sus testimonios. Hay variaciones, como en todo, pero no en lo esencial. Nunca los tuve juntos; incluso, dos de ellos ni se conocían, sólo se habían visto pero no sabían que ambos estaban bajo el sistema de testigos protegidos de Estados Unidos. Ellos aseguran que estos políticos estaban ahí; y Berrellez con toda la investigación que hizo, con testimonios de cientos de personas, sostiene a la fecha lo mismo. Podrías preguntarte cómo es posible que después de 29 años, cuando se formó aquel escándalo, Estados Unidos en sus medios de comunicación empezara a darnos las notas de que fulano de tal recibía dinero del narcotráfico. Si le preguntas a alguien de la DEA o a un integrante de las otras agencias de espionaje de Estados Unidos que se dedican a cuidar su frontera, que si están pasando drogan por ella igual que hace veinte años, te responderán que es mayor la cantidad que se pasa ahora. Los narcos compran a las autoridades y éstas les permiten mover cargamentos de droga a nivel local, a nivel federal y a nivel estatal. Yo no puedo decir hasta qué punto el gobierno tiene control del narcotráfico por medio de los narcodólares; pero es obvio que los narcotraficantes deben tener en su bolsillo, en su nómina, a políticos y a policías.