“La tortura en Guantánamo es más brutal de lo que se suponía”

 

 

Nada qué ver con la lucha antiterrorista

Humberto Musacchio

Dianne Feinstein, presidenta del comité de inteligencia del Senado estadounidense, presentó un informe según el cual la tortura contra los presos en Guantánamo es más brutal de lo que se suponía y la información arrancada de esta manera ha resultado en general inútil para fines de inteligencia.

Como se sabe, después del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York durante el 11-S, el gobierno de George W. Bush ordenó secuestrar a cuanto ser humano pareciera terrorista y recluirlo en la base militar de Guantánamo, donde quedaba en manos de los agentes de la Agencia Central de Inteligencia, la CIA, ilegalmente privado de los más elementales derechos que conceden las leyes de Estados Unidos a todo detenido.

De acuerdo con el informe de la senadora Feinstein, la CIA tenía 119 prisioneros —otras fuentes mencionan cientos y hasta miles de secuestrados, incluidos niños— y se estima que por lo menos 39 fueron sometidos a torturas dizque para evitar actos terroristas.

Las torturas consistían —consisten— en medidas bien conocidas entre los policías mexicanos, como el pocito o ahogamiento por minutos frecuentemente en excusados donde hay excremento y, por supuesto, golpes, amenazas de causar daño o muerte a los mismos presos o a sus familiares, así como otros procedimientos conocidos.

Los torturadores estadounidenses han dado en imitar a sus colegas del socialismo real y aplican la privación de sueño hasta por una semana, método usual en las cárceles estalinistas (recuérdese la película La confesión) o el aislamiento en celdas totalmente a oscuras pero con sonidos a un alto volumen, lo que produce terror en la víctima.

Los verdugos de Guantánamo también han hecho aportes al arsenal del martirio, como fracturar las piernas al torturado y obligarlo a permanecer de pie por tiempo indefinido, o experimentar la alimentación rectal en los cuerpos de quienes se negaban a comer. Por supuesto, en Guantánamo abundan los castigos y uno de ellos es, en ese sitio tropical, encerrar al preso en un refrigerador hasta causarle la muerte.

El horror extremo de tales prácticas de tortura ocasionó que varios agentes de la CIA pidieran ser sacados de Guantánamo o relevados. Algunos, incuso, se dirigieron a sus superiores para preguntar sobre la legalidad de aquello que les ordenaban hacer, y la respuesta fue que todo estaba autorizado al más alto nivel.

Por supuesto, John Brennan, director de la Agencia, defiende la bárbara actuación de la CIA en nombre de la seguridad de Estados Unidos, lo que resulta inaceptable después de que durante años han estado saliendo pruebas de que la CIA nada hizo por detener a los autores de los atentados del 11-S, pese a que los mantenía bajo una estrecha vigilancia, y cuando es sabido que nunca apareció el presunto avión que se estrelló contra el Pentágono.

Lo de Guantánamo nada tiene qué ver con la lucha antiterrorista. Lo que hace la CIA dentro y fuera de esa cárcel es terrorismo, fascismo en estado puro, estalinismo del más repugnante refinamiento… Y eso le quita autoridad moral o política a Barak Obama, que prometió cerrar esa ergástula infame y hasta ahora ha sido incapaz de hacerlo.

En materia de derechos humanos, poco o nada puede recomendar Washington.