En 2015, sin magia ni conjuro

José Luis Camacho Acevedo

El concepto del tiempo circular prehispánico incluía, al iniciar la nueva época, la política y el gobierno.

Al finalizar el ciclo mágicamente se superaban problemas, se resolvían conflictos y se iniciaba con buenos augurios un nuevo gobierno.

En el México de hoy nada de eso ocurre desgraciadamente. No hay magia capaz de superar, con un solo conjuro, el pavoroso estado de cosas que padecemos.

Hemos comenzado el año 2015.

Y todo se parece asombrosamente al final de 2014.

Sin duda que toda la descomposición dentro del accionar del gobierno se agudizó con el docenato panista. Sus antecesores eran más diestros en las artes de la simulación, pero eran igualmente tentados por la corrupción y, en muchos casos, también ensombrecidos por la ineficiencia.

Pero en la actualidad no se observan capacidades en el gobierno para resolverla.

No las tienen la mayoría de los integrantes de la paisanada que acompaña al presidente en su tarea de gobernar para corregir lo heredado.

Los puntos que enumeran las asignaturas pendientes, y además urgentes, de resolver por parte de los tres niveles de gobierno para que México regrese a la paz y a la normalidad son, muy resumidamente, los siguientes:

1.- Creación de una política pública eficaz en materia de seguridad pública, considerando como una acción especial el combate al violento crimen organizado mexicano.

2.- Práctica frecuente de rendición de cuentas en el accionar gubernamental. Cada dependencia debe transparentar sus acciones para evitas sombras de corrupción o favoritismo en ellas.

3.- Instrumentación de medidas contra la corrupción que sean llevadas al punto de lo punible.

4.- Reordenamiento de la economía nacional y fin de la época de predicciones fallidas de crecimiento.

5.- Garantizar una democracia efectiva que supervise rigurosamente la actuación de partidos y ahora muy especialmente de sus candidatos.

6.- Aplicación de una justicia imparcial, expedita y transparente.

7.- Erradicación de todo signo de favoritismo, compadrazgo o preferencia en cualquier acto de gobierno.

8.- Resolución inmediata de los asuntos que ya son emblemáticos de la crisis como el caso Iguala-Ayotzinapa, Tlatlaya, asignación de contratos en obras millonarias denunciados con profusión por partidos políticos y organizaciones ciudadanas.

9.- Cambios en puestos del gobierno federal que no han funcionado adecuadamente y sobre todo aquéllos donde la corrupción ha sido evidente.

10.- Aplicación de las reformas estructurales aprobadas para que ello se refleje en la creación de empleos, en la regulación de precios y en los incrementos de los indicadores claves de nuestra economía.

El rosario de pendientes que tiene el gobierno es ya largo y preocupante.

No es el propósito de estas notas realizar un presagio negro para todo el 2015 en el futuro de México.

Pero el gobierno está al cuarto para las doce de que de la pérdida de credibilidad que sufre pase a una peligrosa pérdida de legitimidad.

En la acera de enfrente, es decir en la oposición al gobierno, hay signos de tremendismo que denotan una grave irresponsabilidad a la hora de hacer sus señalamientos y reclamos a las fallas de quienes hoy ejercen el poder.

No es con la descalificación solamente como se puede resolver la crisis. Es más, con la descalificación sencillamente no se va a resolver.

Entre los opositores, tanto de la sociedad como de los partidos, sin duda la figura central es Andrés Manuel López Obrador.

Su partido Morena desplazará, en 2018, las izquierdas testimoniales y las colaboracionistas con harta facilidad.

El PAN sigue perdido en su laberinto de divisiones y corrupciones. Ya se olvidó de principios y ahora su moral se torna laxa aceleradamente. Hasta parece que es de los panistas la frase de Gonzalo N. Santos que decía que la moral era un árbol que daba moras.

Ése es el panorama inicial de México al despuntar 2015.

Por un lado un gobierno que sabe que heredó gran parte de la crisis que vivimos pero que ha sido incapaz de darle un curso y unos tiempos para controlarla primero y resolverla finalmente.

Y por el otro, una oposición a la que parece agradarle la crisis porque es su mejor bandera electoral en este llamado eufemísticamente el año electoral de México.

Las elecciones cumplen una función institucional.

Pero ellas en sí mismas no cambian para bien las políticas públicas infestadas de corrupción e ineficiencia.

Pero la oposición, y los partidos en general, deben organizar la demanda social y plantearla al gobierno otorgando al gobierno tanto el beneficio de la duda como la posibilidad de respuesta.

No quiero empezar el año siendo el agorero del desastre, por ello a los lectores de Siempre! les mando un saludo respetuoso y los deseos de un 2015 mejor y diferente.