¡Llegamos al límite!
Marco Antonio Aguilar Cortés
“¿Y cómo hacer entender que el tiempo se agota y ha llegado la hora de corregir errores?”
Esa interrogante la formula Beatriz Pagés en su más reciente editorial, pero el concepto de esa pregunta se encuentra en el cerebro y los labios de millones de mexicanos, como un entresijo colectivo ardiente que nos urge que lo reciba, analice y atienda el presidente Enrique Peña Nieto.
El sistema mexicano sigue siendo presidencialista. Nuestra última instancia gubernativa lo es el presidente de México, y él debe estar a la altura de su responsabilidad.
¡Ya basta! No más mentiras, no más corrupción, no más pobreza ni desempleo; no más un gobierno sin pueblo ni un pueblo sin gobierno; no más un poder público que no pueda, y que, para colmo, obedezca a fuerzas privadas; no más simulaciones ni estafas.
Todos entendemos que no hay varitas mágicas ni palabras prodigiosas que, en segundos, terminen con nuestros males. Pero sí vemos cuando hay decisión, y se inicia un proceso de cambio para bien de todos.
Hemos llegado a tal límite que gente con buena intención, pero con ingenuidad, piensa que debe refundarse México, cuando una nación sólo puede fundarse una sola vez.
Sin embargo, a México lo podemos cambiar de muchas maneras, siendo lo lógico que el líder de esa transformación sea el presidente de la república, salvo que él no quiera o no pueda, o considere que no debe.
Lo menos costoso para los mexicanos es que quien reoriente y lidere esos auténticos cambios sea el presidente Peña Nieto.
Lamentablemente las reformas realizadas, en sus estructuras y procedimientos, no son un auténtico anhelo nacional. Su propósito o meta trascendente pudiera ser la correcta. Por ejemplo, todos deseamos que la educación sea de calidad, y claro que también de cantidad; pero, ni las reformas constitucionales ni las reglamentarias ni las tácticas utilizadas han sido las pertinentes.
Los pactos políticos deben tener amplios consensos sociales, ya que dichas alianzas no pueden hacerse exclusivamente entre compadres ni socios ni cómplices ni amigos, ni menos entre partidos políticos que no representan a nadie.
Pero para construir esas aquiescencias colectivas se necesita de grupos operadores ágiles que quieran a México, y no que vayan sólo por la paga económica o política.
No podemos hacer una paz sólida, estable y duradera, si no ordenamos nuestras finanzas. Con mexicanos experimentados que quieran mucho al país, a su gente, y que conozcan la realidad económica de México.
Obsérvese en qué mal momento se hizo nuestra reforma energética, cuando el petróleo nos da la espalda por órdenes de los poderosos, y su precio lo desploman a más de la mitad. Las reformas operadas abrieron nuestra puerta petrolera a un huracán programado para hacer daño.
Póngase un hasta aquí a todo eso. El pueblo de México y el presidente de la república tienen la palabra y la acción.
