Fin al conflicto
Carlos A. Flores
El restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, considerando la importante mediación brindada por el Sumo Pontífice, trae a la luz el importante papel de la legendaria diplomacia vaticana en este giro copernicano internacional.
En primer lugar, se llamó a un mediador respetado y prestigiado. El Vaticano posee relaciones diplomáticas con 176 países y cuenta con representación en, al menos, 16 organismos internacionales incluyendo la Organización de las Naciones Unidas.
Uno de sus méritos tiene que ver con su política a favor del diálogo y la paz en todo el mundo. La valía de dicha pretensión se percibe en los llamados del obispo de Roma por pacificar las tensiones actuales en Oriente Medio, Siria y Ucrania.
No puede soslayarse que la posición crítica contra el bloqueo estadunidense a Cuba —un verdadero acto de genocidio— ya había sido expresada por Juan Pablo II, en su visita a La Habana en 1998, y reiterada en 2012 por Benedicto XVI.
En segundo lugar, la mediación se mantuvo en sigilo y se dejó en manos expertas. El importante papel que han desempeñado los cardenales Pietro Parolin y Jaime Lucas Ortega y Alamino fue definido por el papa Francisco como de —pequeños pasos y pequeñas cosas—. Parolin, el secretario de Estado de la Santa Sede, es un hombre experto en estos temas y conoce muy bien la región. Como integrante del servicio diplomático de la Santa Sede, ha formado parte de las nunciaturas de México, Nigeria y encabezó formalmente la de Venezuela.
Ortega y Alamino, el cardenal de La Habana, posee un profundo conocimiento de la isla, en donde ha sabido dialogar con su gobierno desde hace más de 30 años, además de ser un amigo personal del papa Francisco.
En este hecho histórico, por último, debe subrayarse el carisma mismo del papa Francisco: el jesuita argentino que irradia renovación y que se erige como un líder de enorme credibilidad.
Desde su primer discurso dirigido al cuerpo diplomático acreditado ante El Vaticano, Francisco delineó su pontificado, el cual entreveró con la figura de San Francisco de Asís: “luchar contra la pobreza, tanto material como espiritual; edificar la paz y construir puentes”.
Estos postulados son plenamente congruentes con los de Juan XXIII plasmados en la famosa encíclica Pacem in Terris (Paz en la Tierra). Escrita en 1963, meses después de la crisis de los misiles en Cuba, dicha encíclica sienta el fundamento de la política internacional vaticana, valora favorablemente la misión de la ONU y es un poderoso argumento en pro de los derechos humanos.
En el escenario latinoamericano, donde el número de católicos decrece año con año, la Iglesia católica en Cuba dispondrá de mayor fuerza moral para impulsar su misión espiritual.
El respeto por los derechos humanos, el envejecimiento de la población, el combate a la pobreza y el estancamiento de la educación son algunos de los temas que moverán su agenda en los próximos años.
En Cuba, a pesar de esta feliz noticia, el embargo no ha terminado.
@CarlosAFlores