Pensamiento político

José Elías Romero Apis

A diferencia de lo que suelo hacer en otros años, para este feriado vacacional opté por el sol del trópico que no por la nieve del norte. Comento esto porque estoy convencido de que la naturaleza, al fin de cuentas el más sólido referente que tenemos con la realidad, produce distintas ideas y actitudes en las diversas regiones del planeta.

El calor tropical nos deja en libertad hasta para la indumentaria. El frío nórdico obliga al orden en casi todo. Quizá por eso Luis Marín decía que a los latinos nos cuesta trabajo ensamblar el orden con la libertad. Quizá por eso, también, Ortega y Gasset citando a Ratzel decía que la configuración del planeta ha determinado, por lo menos, el 50% de la historia.

En muchas ocasiones los políticos tenemos que calcular la suerte final de un problema en base a saber quiénes lo van a resolver. Es decir, los conflictos de la política tienen nombre y apellido.

Pero, además, como cada vez en mayor frecuencia se instala la práctica de resolverlos al azar, ello ha vuelto también azaroso el método de cálculo de las probabilidades. Pareciera que hoy la política se está pareciendo a los books de apuestas o a los casinos, donde la que reina es la suerte y no la lógica.

Pero eso no nos libera de la obligación de cálculo. Aclaro que el político no tiene que ser profeta y ni siquiera adivino. Tiene que ser visionario. No está obligado a saber lo que va a suceder sino tan solo lo que puede suceder. Nada más pero nada menos.

Henry Kissinger decía que, mientras más importante es lo que está en juego, más insignificantes son los datos en los que se basan las decisiones. En algunas ocasiones, en suposiciones. Otras, en adivinaciones, en rumores o en azares. Nunca sabremos en qué “latido” Eisenhower decidió la fecha de la invasión a Europa, mientras todos le recomendaban lo contrario. Pero haberlos escuchado hubiera sido castastrófico. Todos pensaban distinto a “Ike”, pero todos se equivocaron.

El oficio de profeta político ya está muy desprestigiado. Y es que, en política real, por cierto la única en la que creo, al final de cuentas todos tenemos la razón. La única diferencia es que algunos la hemos tenido a tiempo y otros la tienen cuando ya no hay remedio.

El adivino ya está más desacreditado aun que el profeta. Este, por lo menos, se basa en cierta mística ramplona, bien sean los antecedentes, las costumbres o las estadísticas. Pero el adivino es tan solo “melático”. Me late esto o aquello, sin más razonamiento ni silogismo.

El pronosticador está un poco más respetado. Por los menos trata de basarse en un diagnóstico. Su problema, muchas veces, es que su diagnosis sea errada y, entonces, también lo será su prognosis.

Pero eso me induce a creer que, en materia de pensamiento político sólo existen los cronistas del pasado y los nigromantes del futuro. Pero los analistas del presente no tienen mucho espacio de tiempo para jugar.

 

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@jeromeroapis