Nuestras locuras preferidas

Marco Antonio Aguilar Cortés

Lo mejor de nosotros, según cree la mayoría de los mexicanos, se sintetiza históricamente en tres etapas ponderadas en nuestras manifestaciones culturales: Independencia, Reforma y Revolución.

Para colmo de error, valoramos esos tres respetables movimientos sólo en su etapa inicial de lucha armada; es decir, mexicanos matándose entre sí, cuando comienzan los balazos, cuando los valientes, en oposición a las fuerzas del gobierno constituido, emprenden la resolución de problemas asesinando a sus enemigos.

Aprecio mucho a quien con su inteligente osadía e intrepidez talentosa dirige un movimiento de guerra necesaria contra poderosos que, siendo gobierno, ya han agotado sus posibilidades de servicio, y se aferran a seguir saqueando al erario.

Así, rendimos honor a la generación de Hidalgo, Juárez y Madero, a sus predecesores y a quienes con violencia inevitable dieron desarrollo a esos ideales.

Empero, en México también tenemos héroes de la paz, tan dignos y llenos de decoro como nuestros héroes de la guerra; de éstos, suele la memoria histórica omitir sus actos humanos y cotidianos, y exclusivamente recordar sus momentos épicos.

Sin embargo, los héroes de guerra, como todos sus seguidores de reconocida celebridad, tuvieron pasiones, deslices, fogosidades amorosas, equívocos, ya que fueron humanos; pero supieron acometer actos trascendentes en beneficio de nuestro desarrollo.

No nos autoentrampemos en la gratitud exclusiva a esos protagonistas bélicos, sino que urge aquilatar a quienes, en la paz, han auxiliado a solucionar problemas del pueblo. En éstos también subsistió la condición humana con todos sus pros y contras, virtudes y vicios.

Ahora, recordaré que el 25 de enero de 1935, hace 80 años, el maestro Antonio Caso publicó en El Universal un artículo bajo el título de “La filosofía jurídica y el materialismo histórico”, en donde, entre muchas afirmaciones ciertas o no, externó una regla epistemológica de especial valor: “Nada puede ser objeto de conocimiento sin ser respetado en su integridad”.

Ese artículo de Caso fue uno de tantos que se entrecruzaron, en franco combate académico, pero en paz, con Vicente Lombardo Toledano y Francisco Zamora, también dos intelectuales mexicanos. Éstos abanderaron la educación socialista para México, aquél se opuso a ella. Conceptos hirientes, profundos, mordaces, ingeniosos, desde 1933 a 1935, esgrimieron en su expresión escrita y oral, para convencer con ideas e ideales.

Los tres mexicanos de bien, de paz, inteligentes, de pensamientos opuestos, son arquetipos de actos de heroicidad cultural, educativa y de aportación pacífica. No así algunos de sus seguidores que en esa época ejercieron violencia, descalificada por tan honorables polemistas.

¡Homenaje a ellos!, que son, y seguirán siendo, aleccionadores motivos de recuerdo.