Chapulines, chaqueteros, traicioneros, oportunistas…
Si no te gustan mis principios,
no te preocupes, tengo otros.
Groucho Marx
Yazmín Alessandrini
Tal pareciera que en nuestra muy pintoresa y sui géneris política mexicana, lo que menos importa es el tema referente a las convicciones. Y es que, conforme un individuo más se va adentrando en los maquiavélicos recovecos de la mexika politik, con más facilidad va renunciando a sus valores, a sus ideales, a sus convicciones… y descubre que lo único que verdaderamente tiene valor en ese oscuro mundo es el poder por el poder mismo. Lo que ayer pudo ser tricolor hoy es amarillo, al rato turquesa y pasado mañana quién sabe.
En el triste, muy triste, juego ostentar, detentar y ejercer el poder, todo indica que el cínico tiene más posibilidades de éxito que el honrado.
¿Para qué quieres convertirte en político?, ¿para qué quieres el poder?, ¿para ayudar a tus semejantes?, ¿para hacer algo importante por tu país?, ¿para dejar un legado del que tus familiares, amigos y paisanos se sientan orgullosos aun cuando tú ya no pertenezcas al plano de los mortales? ¡No! ¡Nada que ver! Eso es para sentimentales, eso es para débiles de mente y de corazón, eso es para perdedores…
Según la Real Academia Española, en su muy afamado diccionario, convicción signfica 1. Convencimiento / 2. Idea religiosa, política o ética a la que se está fuertemente adherido. ¡Estamos fritos, pues!
Y aquí vienen ya los chapulines, los chaqueteros, los traicioneros y los oportunistas. Se acercan las llamadas elecciones intermedias del 7 de junio próximo y los vemos salir hasta por debajo de las piedras buscando con uñas y dientes arañar precandidaturas y candidaturas, sin importarles su dignidad y el descrédito ante los suyos y la opinión pública. Y van por delegaciones, alcaldías, senadurías, diputaciones, gubernaturas y todo aquello que se pueda decidir por medio de un voto o un dedazo. Los hay de todos sabores y colores, pero eso sí, ninguno contrario al inmortal axioma del profesor Carlos Hank González que reza que “un político pobre es un pobre político”.
Van por dinero, por fuero, por poder, por relaciones con personajes del crimen organizado, con poderosos empresarios, con figuras del mundo de la farándula y del deporte, por autos, por viajes, por mujeres, por lujos… ¡nunca por el bien común!, ¡jamás por honrar sus falsas promesas de campaña! Se descalifican entre ellos, se insultan entre ellos, mutuamente se sacan sus trapitos al sol, se burlan del adversario político y hasta se entran cínicamente al fuego amigo para subir un peldaño más en su (¡oh, ironía!) espiral descendente.
Y los nombres no importan: Marcelo Ebrard, Mario Delgado, Alejandro Encinas, Manuel Bartlett, los hijos de Martha Sahagún, Ángel Aguirre, José Luis Abarca… y tampoco los escándalos: la Línea 12 del Metro, los 43 de Ayotzinapa, los “moches”, encarcelamientos en Brasil, hermanos narcotraficantes y secuestradores, robos, desfalcos, conflictos de interés y un larguísimo etcétera.
Son los adictos al poder.
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