Camilo José Cela Conde

Madrid.-Un papel que faltaba ha impedido que la modelo rusa Kristina Pimenova haya podido desfilar en la pasarela catalana 080, que no tengo ni idea de por qué se llama así pero lleva ya quince ediciones por lo que la culpa entera de la ignorancia es mía. Mía y de los organizadores, en cierto modo, porque han declarado en tono agreste que de los 300 papeles necesarios “para hacer algo en este país” se les olvidó uno o no dieron con él. Cuando dicen “este país” es obvio que se refieren a España porque el señor de la frase airada, además de director de la 080, es gerente de Comercio de la Generalitat catalana y no creo que, con la que está cayendo en materia de independentismos, una autoridad así se ponga a criticar la normativa local. Pero lo cierto es que la señorita Pimenova no ha podido desfilar y, por una vez, hay que agradecérselo a la burocracia. Porque la modelo frustrada tiene nueve años.
Que una niña de menos de diez años sea protegida ante los excesos y los abusos que rodean el mundo de la moda —con la anorexia como ejemplo más fácil de recordar— debería ser cuestión de sentido común y no simplemente administrativa. Dicho de otro modo, si Miquel Rodríguez, el gerente de Comercio y cabeza suprema de la 080 hubiese reunido el papel que le faltaba a los 299 de los que ya disponía, una niña en edad infantil habría sido pasto de la prensa del corazón y del hígado. Verdad es que quienes deberían ser perseguidos de oficio por hechos así son sus padres, si existen, y si no sus tutores legales pero eso no quita ni un ápice de la vergüenza que se siente cuando un alto cargo, ya sea de la Generalitat catalana o de cualquier otra comunidad autónoma española con pasarela de moda en ejercicio, contribuya a esa explotación notoria de la infancia.
Desde las gimnastas apenas adolescentes a las modelos de ropa infantil —Kristina Pimenova comenzó su carrera con tres años— todas esas niñas (no sé por qué, pero con los niños pasa menos) sufren el secuestro abusivo de los años en los que deberían estar jugando. Mejor, cierto es, eso que morir de hambre en Etiopía pero hay comparaciones que lo único que hacen es empeorar las cosas. Por más que la portavoz de la empresa para la que tenía que exhibirse la niña rusa diga que en realidad se trataba de una fiesta y que desfilaron más de veinte niños sin que sucediese nada, la que no pudo hacerlo tiene en las redes sociales 630,000 seguidores de la cuenta oficial que, vaya por Dios, genera y controla su madre. La noticia dice que esa cuenta termina con una frase: “La belleza está en el interior”.
Ahora lo entiendo. Cuando la empresa de ropa infantil participante en la pasarela 080 dice que al fin y al cabo quienes desfilan son los niños más guapos del mundo se refiere a que son los más alegres, creativos, sosegados e inteligentes. Lo de las fotografías y el numerito del desfile es un mero recurso para engañarnos a los incautos.