Centenario del natalicio de Gabriel Vargas
La Familia Burrón es mitología caricatural
de la resistencia… es canto festivo de la sobrevivencia.
Carlos Monsiváis
José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
Hace un siglo, el 5 de febrero de 1915, nació en Tulancingo, Hidalgo, Gabriel Vargas Bernal, cronista ilustrador de la vida de la capirucha, cuyos personajes e historietas acreditan la agudeza de un profundo observador de la sociedad de nuestra ciudad.
Precoz dibujante, al joven Vargas Bernal el secretario de Educación Pública, Alfonso Pruneda, le ofreció una beca para estudiar en París, la cual declinó por trabajar en Excélsior, periódico en el que llegó a ocupar la jefatura del departamento de dibujo y en el cual comenzó a desplegar su ingenio, su creatividad y su profundo sentido crítico.
Las cualidades de Gabriel Vargas le abrieron las puertas de Novedades, para cuya editorial realizó diversas historietas, entre las que destacaron La Vida de Cristo —“perseguida” por el gobierno callista—, El Caballero Rojo, Frank Piernas Muertas, La vida de Pancho Villa y Sherlock Holmes, así como Virola y Piolita para el semanario Jueves de Excélsior.
Años más tarde aportó a El Sol de México una historieta, Los Superlocos, en la que el cínico y vividor exdiputado Jilemón Metralla y Bomba y su inseparable secretaria Cuataneta —con sus quinientos mil ejemplares semanales— generaron una popularísima huella crítica, misma que a partir de 1948 fue desplazada por la carismática Borola Tacuche, eje articulador de La Familia Burrón, historieta en la que el ingenio de don Gabriel Vargas supo cronicar las transformaciones de la ciudad y de su sociedad.
En pocos meses, la vecindad del Callejón del Cuajo y sus residentes —destacadamente Doña Borola, su marido Don Regino, sus hijos Regino chico, El Tejocote, Macuca, Fosforito Cantarranas y Wilson, la mascota de la familia— se colocaron en el centro de la vida nacional, ya que cada número de los Burrón circulaba profusamente en peluquerías y salones de belleza, devorados ávidamente por asiduos lectores de las clases media y popular que encontraban en los personajes dibujados por Vargas a vecinos y compañeros de trabajo, de escuela o de “pachanga”, y en Borola a la intrépida mujer que se abría paso en una sociedad presuntamente dominada por los machos.
El 26 de agosto de 2009 el imaginario colectivo de la ciudad se colapsa ante la trágica noticia de que con el número de esa semana salía de circulación y concluía la segunda época de la publicación que comenzó con Borola Tacuche candidata a diputada. Con tal decisión la ciudad de México, la capirucha burronesca, perdió su “crónica ilustrada”, un espejo historietístico que Vargas supo nutrir durante 60 años.
Por ese motivo, es justo y grato conmemorar el centenario del natalicio de don Gabriel Vargas, genial creador de esta saga urbana tan puntualmente definida por uno de sus grandes seguidores, Carlos Monsiváis, quien bien hizo en calificar a los Burrón de canto festivo de la sobrevivencia y en colocarlos a nivel de mitología caricatural de la resistencia.