Patricia Gutiérrez-Otero
Alberto Athié es un hombre valiente y las circunstancias lo obligaron a mostrarlo. Sacerdote de vocación fuerte, apegado a la institución eclesial, aunque abierto y muy humano, tuvo que enfrentar una verdad aterradora: la de la existencia de Marcial Maciel. Su lucha para lograr que la inmundicia oculta fuera investigada, hizo que la Arquidiócesis de México a la que pertenecía lo castigara, y finalmente abandonó el sacerdocio para poder actuar con más libertad en búsqueda de transparencia y justicia en la institución clerical. La historia de Maciel se mezcló con la suya, y lo marcó para siempre.
—Alberto, te involucraste en el caso Marcial Maciel por la confesión o charla que tuviste en 1994 con uno de los hombres cercanos a Maciel, Juan Manuel Fernández Amenábar, quien fue rector de la Universidad Anáhuac, el mismo que perdonó a su victimario pero te pidió luchar por la justicia. Fue hasta el 2006 que la Santa Sede tomó ciertas medidas contra Maciel y hasta el 2010 inició un proceso para “rescatar” la orden que fundó, Los legionarios de Cristo. ¿Estas medidas satisfacen la búsqueda de justicia y transparencia que iniciaste?
—Si nos referimos a lo más importante que es la verdad y justicia para con los cientos de víctimas de Maciel y las múltiples formas en las que fue protegido y encubierto por la Santa Sede y dos papas respondo que, de ninguna manera. En primer lugar porque, de 1997 que salió a los medios la denuncia hasta el 2006, primero hubo una campaña abierta y pública de negación de los hechos, después, cuando ya era imposible negarlo, la Santa Sede publicó un comunicado en el que informó que renunciaba a abrirle un proceso judicial al P. Maciel —que es un derecho fundamental de las víctimas para que se les hiciera justicia y no se hizo— y sin reconocer que era responsable de los abusos, se le invitó al P. Maciel a irse a su casa a hacer oración y penitencia y a no seguir ejerciendo su ministerio de sacerdote en público, lo que corresponde a una sanción irrisoria en proporción al daño que causó. Sólo hasta que murió Maciel, en el 2010, fue cuando la Santa Sede reconoció que había sido un auténtico criminal y que había cometido verdaderos delitos penales en contra de las víctimas, pero sin reconocer jamás, hasta la fecha, que los abusos que cometió no fueron posibles solamente por su tendencia perversa en contra de niños inocentes, sino porque fue protegido y encubierto sistemáticamente por la Santa Sede y por los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI (quien como Cardenal Ratzinger llevó el caso con Juan Pablo II).
En cuanto a la Congregación de los Legionarios de Cristo y las Consagradas del Regnum Christi, sabiendo la Santa Sede que Maciel las fundó para sus fines delictivos, de poder y de dinero, con barniz de sacralidad y de beneficios —educativos y misioneros— para los beneficiarios, ésta sólo llevó a cabo reformas superficiales para no afectar a una organización que tiene en su seno a las familias más poderosas de México, precisamente porque tienen a sus hijos sacerdotes, a hijas consagradas o alumnos en sus escuelas y universidades, pues podrían provocar una crisis que llevaría a la salida masiva no sólo de personas y familias católicas muy influyentes, sino de capitales y de influencias clave para el stablishment católico a nivel nacional, internacional y de la Santa Sede. De ese tamaño fue la red de influencias y de poder que creó el P. Maciel la cual, como lo dijo expresamente el entonces cardenal Ratzinger al obispo mexicano Carlos Talavera cuando le entregó mi carta en 1999, denunciando el hecho: “Lo lamento Monseñor, el caso del P. Maciel no se puede abrir porque el P. es una persona muy querida del Santo Padre (Juan Pablo II) y ha hecho mucho bien a la Iglesia… lo lamento, no es prudente)”.
—Tras tantos años de luchar, ¿qué nos puedes decir sobre lo ocurrido, es decir, cómo un solo hombre pudo alcanzar tal nivel de perversión (los abusos sexuales de sus novicios, su dependencia de drogas, sus matrimonios e hijos, su obtención y uso del dinero para corromper) y lograr que la Iglesia cerrara los ojos?
—Esa es LA pregunta, porque en el fondo del caso Maciel, como en todos los demás casos de abuso sexual en contra de “decenas de miles de niñas y niños” (como lo afirma el Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas) por parte de cientos de clérigos en el mundo durante tantos años y en diferentes partes del mundo, se encuentra la contradicción más brutal con el Evangelio y la misión de la Iglesia: hacer presente con la palabra y la vida, la misma palabra y vida de su fundador: Jesús de Nazaret, cuyo primer mensaje fue hacerse un niño vulnerable naciendo en una cueva de Belén, que se identificó con las y los niños (“el que recibe a un niño a mí me recibe…”), que advirtió claramente a sus Apóstoles que dañar a un niño en la comunidad es gravísimo, y que sólo los que son como los niños entrarán en su Reino… Pues aún con este mandato tan claro, las autoridades más altas de la Iglesia, incluyendo a los papas, prefirieron salvaguardar la imagen de la Institución protegiendo y encubriendo a los victimarios de esas miles de víctimas e incluso, negándolo todo y acusando a los medios de una campaña conspiratoria en su contra.
El daño a tantas niñas y niños, no sólo por haber sido victimizados muchas veces por sus agresores, que sólo eran cambiados de lugar sin avisar a las autoridades civiles, a los padres y a las comunidades donde eran enviados, sino revictimizados por las mismas autoridades de la Santa Sede al haberlo negado de muchas maneras, incluso públicamente y por grupos de poder, como empresarios católicos y familias pudientes, logrando con ello, que el daño aumentara en todas dimensiones y se prolongara durante décadas, es similar a un auténtico holocausto de miles de niñas y niños víctimas sacrificadas a la imagen de sacralidad de la Institución llamada Iglesia católica… Ese es para mí, el significado que tiene esta contradicción por parte de la Iglesia respecto de su origen fundacional y de su misión en el mundo, se trata de la contradicción más grave que ha sufrido la Iglesia en toda su historia.
—¿Consideras que actualmente el Vaticano y otras instancias clericales siguen siendo coercionadas por los Legionarios de Cristo? ¿Qué piensas de su reestructuración? ¿No era mejor que la cerrarán, pues Maciel debió tener muchos cómplices para llevar la vida que tuvo, y entonces, la congregación tiene un fondo espiritual torcido?
—Considero que mientras la Institución mundial denominada Iglesia católica —con su autoridad máxima y absoluta y representante oficial como Pastor universal de la Iglesia y como Jefe del Estado Vaticano—, no lleve a cabo las indicaciones y transformaciones que le recomendó el Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas respecto de los abusos que se cometieron bajo su jurisdicción en muchas partes del mundo, no sólo persistirá la contradicción con su origen fundacional y su misión en el mundo, sino que continuará cometiendo lo que varios juristas internacionales han expresado y publicado en diversos escritos y que nosotros sostuvimos cuando presentamos nuestro informe alternativo, sobre los casos de abuso cometidos en México y/o por parte de clérigos mexicanos en contra de niñas y niños en otras partes del mundo al Comité: un auténtico delito de lesa humanidad en el que están implicados no sólo autoridades locales (como el cardenal Norberto Rivera y otros), sino también la misma Santa Sede y los papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y, si no hace los cambios correspondientes, el Papa Francisco, porque no bastan las palabras claras y determinantes ni los gestos personales de suspensión a victimarios o encubridores, ni el acercamiento a víctimas invitándolos a denunciar los abusos en su contra.
