Ya rebasamos la colombianización
Humberto Musacchio
Tiempo hubo en que veíamos crecer la actividad delictiva ante la indolencia de gobernantes ineptos como Zedillo y Fox. Se dijo entonces que México estaba en peligro de caer en la “colombianización”, pues la patria de origen de Gabriel García Márquez se hallaba sumida en una lucha campal entre la guerrilla, las bandas del narcotráfico y las fuerzas del Estado, que habían echado a andar el Frankestein de los paramilitares.
Pero llegó Felipe Calderón y México cayó de lleno en la colombianización y el término lo empleaban políticos y periodistas, académicos y ciudadanos de a pie. Con algunas diferencias, se repitió el numerito: como aquí las muchas policías no sirven gran cosa, para paliar la ineptitud del poder civil, los militares fueron sacados de los cuarteles y enviados a una guerra no declarada.
Para ganar una legitimidad que no les concedieron las urnas, los gobernantes pusieron el Estado mexicano en papel de criado de Washington. Aquí debían morir militares, soldados, población civil y delincuentes (que también son mexicanos) para evitar el paso de drogas a Estados Unidos y cuidar así que la salud de los vecinos no sufriera quebranto.
El enorme costo en vidas y en dinero de la guerra contra el narco no ha tenido como resultado la contención de la delincuencia, sino su crecimiento, diversificación y penetración en la esfera estatal, con sus efectos corruptores. De este modo, no sólo caímos en la colombianización, sino que al superarla dimos al mundo un concepto que ahora ha empleado el papa Francisco: mexicanización.
El Papa alertó a sus paisanos sobre el peligro de caer en la mexicanización. Lo hizo al ver que en Argentina, dentro y fuera del ámbito estatal, se amasan fortunas inmensas de dinero sucio, se tejen complicidades innombrables entre empresarios y gobernantes, aumenta exponencialmente el tráfico de drogas y se persigue y asesina por oscuros motivos, como por cierto ha ocurrido desde siempre en ese rinconcito geográfico que es el Vaticano, con sus banqueros ladrones, suicidios inexplicables y una abierta protección a los sacerdotes pederastas, que tiene un caso paradigmático en el trato más que deferente que le dispensó Juan Pablo II al multidelincuente Marcial Maciel.
El pontífice católico expresó la esperanza de que fuera posible evitar la mexicanización de Argentina, pero al parecer ya le ganó la realidad y a los gobernantes mexicanos les ganó la sorpresa, pues sus reiterados gestos de mochería no han sido suficientes para ganar el aprecio, la bendición ni la complicidad papal.
Es inoportuno, improcedente e injustificado el envío de una nota diplomática al Vaticano. El gobierno mexicano debería limpiar la casa en lugar de molestarse con quienes señalan el mugrero.