Con el nuevo zar anticorrupción

José Luis Camacho Acevedo

Ciro Gómez Leyva se pregunta en su nota del miércoles pasado si esta es la respuesta que esperaban, refiriéndose al mea culpa que sugirió hace meses el historiador Enrique Krauze al presidente Enrique Peña Nieto que hiciera ante el caso Ayotzinapa.

En SDPnoticias, Federico Arreola considera que el nuevo “zar anticorrupción”, Virgilio Andrade, es una respuesta a los gritones de Twitter que desde ayer prejuzgaban su nombramiento, y una consideración a la gran mayoría silenciosa que apoya al presidente de México. Una columna que desmenuza acertadamente el contenido de un artículo paradigmático de El País sobre la corrupción en México.

No se puede asegurar que el presidente esté respondiendo, como parece intuir Gómez Leyva, a la sugerencia de Krauze o a que esté cercano en sus móviles de responder a las críticas de la interpretación que hace Arreola al designar a Andrade como nuevo responsable de las tareas de una dependencia tan oscura hasta la fecha como lo es la de la Función Pública.

Pero sin duda que el nombramiento de Andrade ronda por esas latitudes de respuesta a la crítica.

Después de lo ocurrido con los casos Ayotzinapa, casa blanca y demás, ciertamente que el daño que los críticos de oficio y la turba de la gayola tuitera es algo que ya está hecho. Pero al contrario, dice hoy Ricardo Alemán, ni es irreversible ni mucho menos dejó sin capacidad de reacción al presidente Peña Nieto.

1.- Paralelamente a las decisiones político partidistas que se vienen tomando desde el centro del poder en México, el primer mandatario atiende la problemática interna con sensibilidad y, en lo que a él corresponde, a la altura de las pesadas circunstancias que se vivieron.

2.- Las críticas tuiteras, que como las define Federico Arreola al comentar su intervención en el programa de Carmen Aristegui son la concentración de simples frases que no van al fondo de los asuntos, no se han convertido en la máquina paralizadora del gobierno. Se atiende el mensaje de las redes sociales. Pero el gobierno no se detiene por esas expresiones que contienen más vísceras que neuronas.

3.- Andrade es un personaje que ha transitado desde hace ya muchos años por los caminos de la ciudadanización, si así pudiera llamarse al carácter independiente de su actuación pública.

4.- De tal manera que hay un zar anticorrupción surgido de un reciente contexto crítico amplio de gran calado desde los acontecimientos de Ayotzinapa a la fecha. Y está obligado a una actuación apegada totalmente al derecho so pena de ser señalado como colaboracionista o infiltrado de las causas ciudadanas. Y desde luego que para el nuevo titular de la Función Pública ése no es el destino deseable para su nueva función.

5.- Si el nuevo encargado de la Función Pública ha tenido una relación cercana al titular de hacienda Luis Videgaray, eso de ninguna manera es una razón excluyente para que el presidente lo haya designado considerando su trayectoria y no sus afinidades personales. Hoy Andrade tiene un compromiso inicial con una sociedad que ha demostrado en contundentes manifestaciones su rechazo a la corrupción. Una tarea formidable sin duda. Tarea en la que tendrá que estar estrechamente coordinado con el presidente de la república para ser eficaz en un encargo de tan grandes dimensiones.

Concluyendo: el presidente Peña Nieto ha demostrado sensibilidad para entender que la sociedad está harta de las expresiones de corrupción que se han dado, desde hace largo tiempo, en los diversos niveles de la administración pública.

Andrade está frente al mayor reto de su carrera dentro de los organismos que han trabajo siempre del lado de la sociedad. Combatir la corrupción no será tarea fácil. Es un tumor social que se desarrolla con una velocidad tan grande como los que padecen los enfermos terminales y que es prohijado por todo signo de intereses.

A combatir esos retos es a lo que se obligan con sus decisiones Peña Nieto y Andrade. El primero al designarlo y el segundo al aceptar el reto.

La sociedad en materia de combate a la corrupción no admite ya concesiones, solamente acepta acciones eficaces y cumplidoras.