Pluribus unum

 

 

Marco Antonio Aguilar Cortés

Un país con instituciones sólidas, honorables y útiles constituye una gran nación; por ello, los destructores comienzan afectándolas.

Hemos gozado, en diversas épocas, de instituciones fuertes. En el siglo XX, con Plutarco Elías Calles y su generación, se inició el México de las instituciones, aunque con desacierto Calles conservó sin límite de tiempo y condición, a su favor, el caudillismo, motivando, por su ánimo de perpetuidad, el quebranto con el cuarto presidente de la república por él impuesto: Lázaro Cárdenas del Río.

Somos herederos de las instituciones callistas, desarrolladas por los gobiernos subsiguientes, hasta que llegamos a los quebrantos que hoy padecemos, sobre todo a partir de los sexenios de los presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón.

El general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional, manifestó recientemente en la ceremonia conmemorativa del CII aniversario de la Marcha de la Lealtad: “Hay quienes quisieran distanciarnos del pueblo. ¡Imposible! Somos uno y lo mismo”; o sea, pluribus unum.

Escribió Beatriz Pagés, con especial acierto: “Las palabras del general Cienfuegos son una respuesta a la perversidad disfrazada de lucha social”.

Dichas palabras pusieron un límite a quienes pretenden siniestramente afectar una de nuestras instituciones valiosas: las Fuerzas Armadas de México, soldados y marinos obligados a la rectitud, eficacia y patriotismo, para defender al pueblo, del que emanan y a quien sirven.

Fuerzas armadas motivo de orgullo, con profunda raíz en nuestros mestizajes múltiples, con cimiento en la lealtad que mostró en todo su esplendor Mariano Matamoros y Guridi a José María Morelos y Pavón, quien personalizaba a la América Mexicana por ellos soñada.

Matamoros fue descrito por sus contemporáneos como: “de pequeña estatura, delgado, rubio, de ojos azules, y su rostro conservaba las huellas de las viruelas”; valorándolo como: “mi brazo derecho”, “el más valiente de los insurgentes”, “hombre íntegro, bizarro y estratega genial”.

Matamoros planteaba soluciones militares; Morelos decidía. Aquél ejecutaba las órdenes de éste con toda disciplina y energía, aunque fuesen contrarias a las expuestas por él. Su lealtad fue inconmovible.

Encabezó la caballería para romper el Sitio de Cuautla; con profesionalismo venció a los españoles en San Agustín del Palmar, respetando la vida y la mercancía de los vencidos, y probando, así, “que los insurgentes somos soldados disciplinados y no hordas de bandidos como nos llama Calleja”.

Las Fuerzas Armadas de nuestra nación, y su ejército, son bicentenarias, con fuertes raíces en la fragua histórica de nuestro pasado.

Tiempo es de iniciar la reconstrucción de nuestras instituciones nacionales. Sigamos, para ello, la mejor significación del pluribus unum: todos somos uno, y uno somos todos.

Unidad de los mexicanos, sí, pero en beneficio de la mayoría.