Pocos políticos tienen y han tenido un ego tan enorme como Marcelo Ebrard. Ha sido un constructor de máscaras; de sus propias máscaras. La más importante de todas es la que se coloca para representar a un demócrata. Se la puso desde que renunció al PRI, se la puso para pertenecer al PRD y la presumió durante seis años como jefe de Gobierno del Distrito Federal, con todo y que gobernó única y exclusivamente para su partido y para quienes podían apoyar su proyecto político.

Y ahí, en su proyecto y en su ambición es donde encontró el mismo destino de Narciso. De tanto reflejarse se cayó. De acuerdo con la información recabada por la comisión especial para investigar la construcción de la línea 12 del Metro, la administración encabezada por Ebrard es responsable de uno de los fraudes más escandalosos de los que se tenga memoria en la administración pública.

La llamada “línea dorada” no sólo pretendía ser la obra de obras del sexenio capitalino. Estuvo pensada para convertirse en la plataforma de una obsesión: ser candidato a la Presidencia de la República en 2012.

Hoy, Ebrard se ha metido al camerino y se ha instalado otras de sus máscaras. Asegura ser una víctima; claro, con mayúsculas; un perseguido político. “No me dejan hablar”; “me tienen miedo”, suelta a los medios.

Lo que no es político ni es producto de la imaginación son los resultados técnicos de la comisión que trabaja en la Cámara de Diputados. Y lo que tampoco es producto del retorcimiento político son los costos que pagan 500 mil usuarios por la cancelación parcial del servicio de la línea 12 y también los dueños de las casas afectadas, a quienes se les ha negado la indemnización correspondiente.

El sobrecosto de la obra —por la información publicada— dibuja una ingeniería financiera corrupta. Los legisladores integrantes de la comisión especial se preguntan: ¿por qué el tipo de cambio para la transacción de los trenes se fijó en 16.20 pesos por dólar cuando la cotización estaba a 12.91?

Una obra que terminó costando 70% más, que pasó de 17 mil 500 millones de pesos a 26 mil millones, y que no sirve; que inauguró Ebrard sin importarle poner en riesgo la vida de medio millón de seres humanos, ha terminado por colocar las máscaras del exjefe de gobierno bajo las ruedas de los trenes.

¿Un demócrata? La Procuraduría General de la República y la procuraduría capitalina tendrán que decirle a Marcelo que en su expediente aparecerá con otra definición.

 

 

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