Carlos Olivares Baró
El instante se irradia cuando la melodía presagia la consumación. La música se empina sobre el tiempo: unta de conformes el paisaje: todo se inaugura. Salterio que se cobija en un arpegio. La nota bailotea sobre el lienzo de una trasposición de concordias sugeridas por la llovizna. La luz es momentánea y persistente: fragmenta los mapas, dilucida los signos del espejo, abrevia el celaje y vaticina el reflejo de la siesta. Relámpago de albor: inmortalidad de vaivenes.
Todo preámbulo armónico se funda en los balanceos de un vals que Dios alimenta con sus ojos. Aleteo. El jazz merodea sobre el silencio y estalla en gracia: persevera sobre vidriosos laberintos y anula posibles prosodias vulgares: discurre y cabalga: zigzaguea en los almanaques: diluye los gestos del tropel: el jazz es cuadrilla de mansa sonoridad aullando bemoles inocentes./ Enlaces superpuestos en recodos de ambiciones inmutadas: el jazz sólo “Repite la fragilidad de la vida y señala sus engaños” (Quevedo). El jazz: alegoría de atrevidos desenfrenos. Río Turbio el jazz como quería el chileno Gonzalo Rojas. Minutos veloces del instante en liviandad amazónica: el jazz: escarabajo corriendo de la desidia del perdón. “Leo en un mismo aire a mi Catulo y oigo a Louis/ Armstrong, lo reoigo/ en la improvisación del cielo, vuelan los ángeles” (Gonzalo Rojas).
Moments of Light (Bass Hit, Fonarte, 2015), de la irlandesa Louise Phelan, demuestra los vigores del jazz que se hace en México. Emsamble conformado por Louise Phelan (voz), Alex Mercado (piano), Agustín Bernal (contrabajo), Gabriel Puentes (batería), Marc Osterer (trompeta & flugelhorn), Jacob DeVries (clarinete), Iain Hunter (trombón) y Luz María Frenk (cello): timbre en cauces por gestos neworleansianos, ramajes de bebop, fraseos de bolero y guiños hard protagonizados por un swing de cabalgata prodigiosa.
Diez composiciones: cinco de Phelan (“Try”, “Be”, “Why”, “Take”, “Stuck”); una del cubano Oswaldo Farrés (“Perhaps, Perhaps, Perhaps”), dos estándares de G. & I. Gershwin (“Embraceable You Quasimodo”, “Oh Lady Be Good”); dos temas clásicos: “Home” (Clarkson/Steeden) y “Skylark” (Mercer/Carmichael). El viaje inicia con “Take” (arr. Mercado): la trompeta dialoga con el piano en desarrollo concordante con cierta atmósfera enclavada en rítmico swing y fraseo de Phelan de enaltecidos ataques; prosigue “Stuck” (arr. Mercado), sensual blues de instigadora cadencia que la trompeta introduce melódicamente y la disposición vocal de Phelan matiza con feeling neworleansiano (humedecidos matices de la trompeta y apuntes flanaganiano del piano). “Perhaps, Perhaps, Perhaps” (arr. Osterer) entra a malecones en que acentuaciones del bolero filin cubano confluyen con prosodias del bop, mientras clarinete y trompeta flirtean con el dixieland. Las dicciones scat de Phelan distinguen al famoso bolero de Farrés.
Minutos de sublimaciones con la balada “Oh Lady Be Good” (imposible no pensar en la versión de Fitzgerald/Basie). Imaginativo arreglo de Mercado: cello en diseños third stream de arropadora belleza. Lo mismo ocurre con “Embraceable You Quasimodo”: las compensaciones armónicas del arreglo de Mercado se inclinan por la traslación de Kenny Barron (Parker’s Mood/2004). Las pronunciaciones scat de Phelan: espléndidas. Declamaciones de “Try”, “Be” y “Why”: consignación de que la vocalista irlandesa es una blusera de casta. “Skylark” (arr. Mercado): celaje instrumental en el preámbulo de piano y trompeta que la elegante pronunciación de Phelan (“Skylark have you anything to say to me”) columpia hasta que el sonido brass merodea superpuesto a la melodía. “Home” (arr. Osterer): suaves fragores de Armstrong y Harry James. Trombón y trompeta sustentando la argumentación desde coloraciones de big band. Moments of Light: tiempo radiante del jazz. Enhorabuena: bienvenida la voz de Louise Phelan.


