El primer contacto que uno tiene de la inmensidad de la Tierra es a través de los mapas. Ya sean globos terráqueos o representaciones gráficas en plano, los mapas son objeto de estudio, análisis, descubrimiento y conocimiento. Usada como herramienta de orientación por miles de personas, las representaciones sobre papel de nuestro planeta deben su forma a quien es considerado como el más grande “hacedor de mapas”: Gerardus Mercator.
Hoy, a sus 503 años de su natalicio, se ha recordado con homenajes como la portada de Google que le dedica un doodle al matemático y cartógrafo, quizás el más grande de todos los “hacedores de mapas”. El matemático flamenco, venido al mundo como Gerhard Kremer, consiguió una de las más perfecta representación plana de la Tierra basada en la proyección de un cilindro tangente al ecuador esférico, y dió el nombre de Atlas a un libro formado por un conjunto de mapas.
Sin embargo, su legado está en entredicho, ya que la representación del mundo de Mercator no es completamente fiel a la realidad, ya que da a las potencias del hemisferio norte un tamaño mayor al real. Basta con mirar la extensión de Europa y Sudamérica y luego observar el dibujo de Mercator para darse cuenta fácilmente de que no hay correlación entre las cifras y los tamaños. Estos dos continentes parecen similares y, sin embargo, Sudamérica es en realidad bastante más grande que Europa, ocupa una extensión de 10 millones 530 mil 751 km cuadrados por los 17 millones 824 mil 296 km cuadrados sudamericanos. Otro ejemplo, África y Groenlandia parecen casi iguales, cuando en realidad el primero es catorce veces más grande que el segundo.
Debido a ello, la proyección de Gerardus Mercator cuenta hoy en día con numerosos detractores, como la Unesco o muchas ONG, que proponen el mapa de Peters (o Gall-Peters), que ajusta mucho más fielmente las áreas de los continentes. Para los críticos, esta desproporción crea prejuicios y perpetúa una concepción eurocéntrica u occidental-céntrica.
Aún así, el mapa de Mercator sigue siendo el más popular, no sólo porque su éxito inicial haya anulado a sus rivales, sino porque calcula bien las distancias en los rumbos de Europa hacia América y porque tampoco ninguna de sus alternativas —más de 400—, es fiable al 100 por ciento.


