Patricia Gutiérrez-Otero
Con las piezas que por ahora tenemos, este 16 de marzo, trato de armar un rompecabezas. Los datos son los de una periodista, Carmen Aristegui, y su equipo de trabajo que ha hecho un periodismo de investigación y análisis indagando en zonas incómodas para la clase política en el poder, como ejemplo está la de la Casa Blanca de Las Lomas, y las otras casas de altos burócratas cercanos a Peña Nieto. Los de un conglomerado mediático, MVS, propiedad de Joaquín Vargas Guajardo, que ya había enfrentado una situación de presión por parte de los Pinos, para que el gobierno no entorpeciera negociaciones con MVS debía sacar a la periodista por haber hecho alusión al etilismo de Felipe Calderón: Aristegui fue despedida y se recontrató dos semanas después. Finalmente, tenemos un monopolio de medios, Televisa, que desde antes de la amafiada llegada de Peña Nieto a la presidencia ya servía de trampolín para ello. Televisa ha acaparado para sí gran parte del presupuesto para medios de la presidencia de la República y, curiosamente, está ligada con la esposa de Peña Nieto, y con el caso de la Casa Blanca, mismo que fue investigado por los dos periodistas, Daniel Lizárraga e Irving Huerta, del equipo Aristegui que fueron despedidos de MVS por pérdida de confianza.
¿Quién presionó a Joaquín Vargas, dueño de MVS, para despedir a Carmen Aristegui, a la que alguna vez dijo apreciar mucho y tener muy buena relación con ella? Sólo puedo pensar en un dúo: Peña junto con Televisa. No uno sin el otro. Juntos pueden hacer presión sobre cualquier medio. ¿Podría MVS resistir a esta campaña? ¿Los empresarios que se anuncian en MVS tuvieron voz y voto en esta decisión de presionar a Carmen Aristegui y finalmente sacarla a pesar de su altísimo raiting? Quizá cuando aparezca esta columna ya habrá más información al respecto, quizás Aristegui ya pueda haber sido recontratada en los mismos términos en los que estaba antes de que cambiaran unilateralmente las cláusulas del contrato, y su equipo esté de nuevo completo (lo dudamos), quizás Aristegui haya encontrado otro nicho desde el cual seguir su labor periodística, sin embargo, lo que es altamente delicado es el contubernio de los poderes de una parte de la iniciativa privada en su más descarada forma monopólica como la que tiene Televisa, dueña de canales de Televisión, de múltiples estaciones de radiodifusión, de revistas, de un servicio de telefonía fija y de Internet de alta velocidad.
El noticiero de Carmen Aristegui es una piedra en el zapato para Peña, sus secuaces, y Televisa. Vienen campañas electorales, ni al gobierno ni al monopolio mediático les conviene ventilar hechos incómodos ni críticas fundamentadas en ellos.
La sociedad que ya no quiere servir intereses espurios podemos y debemos apoyar a Carmen Aristegui y a su equipo a través del boicot a Televisa (sus canales, sus estaciones de radio, sus revistas, izzi), a MVS, a Dish (propiedad de los Vargas), así como mediante el apoyo a las iniciativas que surjan para que Aristegui obtenga otro lugar para continuar ejerciendo el periodismo crítico, analítico y de fondo que caracteriza a su equipo.
Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés, que se siga la investigación sobre los 43 normalistas de Ayotzinapa, que se dé marcha atrás en las reformas constitucionales.
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