Gonzalo Valdés Medellín

El dramaturgo, actor, director y productor Javier Velázquez explica que su pieza La sangre de los ángeles (Farsa eléctrica en polifónicos alucines) “es una obra donde la juventud contemporánea lucha por encontrar un espacio de Belleza en un mundo desquiciante de suicidio, droga, alcoholismo, aborto, Internet, celular, soledad, ruido, desamparo, vacío hipermoderno, desempleo, corrupción, indolencia, apatía, desconsuelo, sarcasmo, tedio existencial”. En suma, subraya el autor “es una propuesta escénica donde el tanatismo y la ausencia amorótica (fusión de amor y erotismo) son monstruos insaciables”.

El dramaturgo toma aire y se inspira para hablar de su creación. Dice de los personajes: “La imaginación y la audacia de Margarita, La Diabla Enamorada, quizá, sea la mirada que nos abra el tiempo de lo imposible: La Poesía vuelta Acto. El acto vuelto poesía. En La sangre de los ángeles, de la boca de Margarita, la vida moderna, sobre todo de la juventud, se reivindica como un sol ardiendo en cítricas llamaradas sobre el horizonte. Entonces, tercer acto, sales del teatro (con una Carmen darketa en los labios) y la vida puede seguir tolerándose”.

La sangre de los ángeles se presenta en la Universidad Autónoma de Querétaro, sede donde también se dio cabida a la celebración del Día Mundial del Teatro 2015, el 27 de marzo. Teatro de ímpetu lírico, de obsesión polifónica, de delirante conmoción estética, el de Javier Velázquez es un teatro que inscribe su nombre con luces de transgresión.