Ricardo Muñoz Munguía

A la edad de dieciséis años Arthur Rimbaud inicia su interminable viaje, fue cuando se fugó de su casa por primera vez, huyendo de su madre, una mujer autoritaria. También en esa huida fue detenido por los soldados prusianos en París, otra característica de lo que serían sus viajes.

Rubén Rivera, autor del poemario Caravana de sombras (Fondo Editorial Estado de México [colección Letras/Poesía], 2014), traza un maravilloso libro, sin restarle una letra a este adjetivo, sobre el poeta maldito. Menciona el autor en su “A manera de prólogo”: “Rimbaud se pasó dos meses vagando por el Mar Rojo sin encontrar trabajo, presa de una creciente desesperación. Desembarcó en Suakin, lugar de las rutas de caravanas que estaban agotando el oro y el marfil en Sudán, y luego se desplazó a Masawa, un puerto próspero que pertenecía al tambaleante imperio egipcio y que se encontraba al borde de la ruina: el interior estaba dominado por el emperador abisinio Juan. Después desembarcó en Hodeida, un lugar devastado, donde sorprendentemente se mantenía una pujante actividad comercial: perlas, especias, tabaco, café y esclavos. En este lugar enfermó. Se había quedado sin dinero, sin trabajo y sin amigos. Finalmente le sonrió la suerte. Un francés llamado Trébuchet lo llevó al hospital. Trébuchet trabajaba para una de las cuatro firmas francesas que operaban en la región, y lo recomendó a Alfred Bardey. Lo embarcó con destino a Adén, donde comienza esta odisea”, la que aún no termina pues Rimbaud, por los registros de sus travesías, abre la imaginación obligadamente para el que atiende sus viajes.

Caravana de sombras se divide en siete porciones. En “Rimbaud en Abisinia”, se despliegan los sitios por donde el poeta francés hace sus arribos a una parte de lo que enmarcó lo citado por él: infierno; la segunda sección, “Voces en penumbra”, varias personas del alrededor de Rimbaud hacen su aparición para complementar la figura del poeta; en “Fragmentos de luz”, nuevos sitios y personas cercanos a Rimbaud se vuelven voces que por igual lo delinean; en “El método del vidente”, cuarta sección, atiende algunas notas adjudicadas a Rimbaud que vienen a ser bellas estampas de los lugares; con “Se fugan las palabras”, el escritor maldito se le da latido a su correspondencia; la penúltima parte, “Arena del espíritu”, versos entintan un boceto de la personalidad de Rimbaud, con sus demonios y sus clavos; finalmente, en “Último viaje”, séptima sección, versos intercalados ofrecen un recorrido aprisa por lo que le rodeara, le ocupara y lo que en Arthur Rimbaud había.

No podemos dejar de mencionar el tino atractivo de las imágenes exactas que acompañan las páginas de Caravana de sombras, un libro que nos deja el sabor de un viaje inacabado por tan riquísimas imágenes que se antojan seguir explorando.