Semanas después del histórico anuncio de la reanudación de relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana, las reservaciones de viaje de un operador turístico de Nueva York a la isla aumentaron 57 por ciento; en febrero se incrementaron 187 por ciento y en lo que va de marzo, 250 por ciento.

El auge de los viajes apenas constituye un ejemplo de cómo muchos estadounidenses quieren ir a Cuba, la isla prohibida, y verla antes de que llegue de lleno la globalización con sus marcas como Starbucks a los cafés de La Habana Vieja, Coca Cola con sus decoraciones en los edificios y se pierdan los autos clásicos que ahora rondan el malecón.

Un pensamiento que también comparten los turistas del mundo es que prevén que la reanudación entre los dos países atraerá una inversión de turistas estadounidenses por lo que se apresuran a conseguir vuelos y habitaciones de hotel.

“Pensamos que sí las cosas se relajan, puede convertirse en otra sucursal de La Florida”, expresó Thomas Mieszkowski, un turista de 28 años procedente de Gran Bretaña, “así que hay una especie de sensación de que antes de que las cosas se abran y se comercialicen, nos gustaría ver cómo es “.

Mientras los extranjeros idealizan aspectos de Cuba, como sus playas casi desiertas, su arquitectura que parece un viejo retrato de la década de los 50 o los logros sociales de su revolución, gran parte de los cubanos sólo ven edificios destruidos que necesitan remodelación.

Muchos habitantes, sin embargo, ansían la llegada de los cambios y el levantamiento de las sanciones impuestas por Estados Unidos, para tener capacidad de compra y de adquisición, que además supone el acceso a internet y conectarse con el mundo exterior, lo que impulsaría una dinámica que podría traer bienestar.

Las conversaciones, que han significado los primeros pasos hacia la normalización de relaciones, apenas están empezando y hay una fuerte oposición en el Congreso de Estados Unidos para levantar el embargo, que ya cumplió 53 años, y que prohíbe casi todo el comercio con Cuba y los viajes a la isla.

“Estamos entusiasmados”, dijo Yadiel Carmenate, un estudiante de inglés de 26 años que trabaja como guía turístico, “vamos a preservar nuestra identidad a todas costa. Por eso creo que va a ser muy difícil que usted encuentre un McDonalds o un Starbucks en cada esquina”.

Aumento de hasta 250 por ciento

Actualmente, los estadunidenses tienen limitaciones para viajar a Cuba, aunque con el anuncio de los presidentes Barack Obama y Raúl Castro, 12 categorías de visitantes podrán ir a la isla sin tener que pedir permiso, sea por motivos culturales, religiosos o educativos.

Es una flexibilización de las normas que no alcanza para que los norteamericanos viajen libremente a la isla a descansar como lo harían en República Dominicana o Bahamas; aun así, el anuncio de diciembre parece haber incitado a una gran afluencia de turistas.

De acuerdo con cifras oficiales del sector turístico, uno de los motores de la economía cubana, las visitas aumentaron 16 por ciento en enero en comparación con el mismo mes de 2014, sobre todo con el arribo de canadienses, alemanes, ingleses, argentinos, venezolanos y mexicanos, pero no se especificó cuántos, de los 371 mil viajeros que arribaron en la isla, eran estadunidenses.

Tom Popper, el presidente de la compañía InsightCuba establecida en Nueva York, y que tiene autorización para organizar grupos de viajeros estadunidenses, indicó que no sólo sus reservaciones aumentaron 250 por ciento este mes, sino que esperaba traer a la isla unos 170 grupos, a diferencia de los 150 del año pasado.

“Ha habido una especie de efecto de bola de nieve”, dijo Popper, “la gente que se comunica quiere ir antes de que Cuba cambie”.

El año pasado, el país le dio la bienvenida a 3 millones de turistas de todo el planeta, lo que significó un gran récord; eso incluye a unas 600 mil personas procedente de Estados Unidos, entre ellos los cubano-americanos que fueron a visitar a sus familiares.

Información de Excélsior