“Hay una ausencia del Estado en general,

pienso en todos los niveles de gobierno”

 

 

 

Entrevista a Silvia Ramírez/Directora de Caminos Posibles

 

 

Irma Ortiz

“Tiene seis años, es un chiquito que está descalzo y todo mojado, no ha comido y sin embargo llega a tomar clases en una carpa improvisada. Es un niño que llegó de trabajar en la zona ejotera en Hidalgo y que no podía tomar clases en la escuela, porque la población asentada en la zona se niega a prestar las instalaciones porque se quejan de que están mugrosos y son muy sucios”, relata con voz entrecortada sobre su experiencia con niños migrantes, hijos de jornaleros, Silvia Ramírez Romero, doctora en investigación en ciencias sociales, directora de la organización Caminos Posibles, Investigación, Capacitación y Desarrollo S. C.

La especialista, quien también ha sido consultora e investigadora para la UNICEF, PNUD y UNDPA, es autora —junto con otros investigadores— de textos como Más allá de la frontera, la niñez migrante: son las niñas niños de todos, habla sobre esta niñez que vive una explotación laboral que les proporciona una mera sobrevivencia y que, en muchas ocasiones, resulta fatal.

La organización Tlachinollan de 2007 a marzo de 2015 documentó la muerte de por lo menos 40 niños en campos agrícolas debido a accidentes de trabajo, atropellos, picaduras de insectos, desnutrición, nacimientos prematuros y falta de atención médica.

Son niños que tienen que caminar una o dos horas para llegar a los campos agrícolas, que duermen en barracas inmundas, sin baño, sin seguridad social, y que se han convertido en presas de la desnutrición y de enfermedades por la exposición a la contaminación de agroquímicos, señala la especialista.

“Cuando se habla de la niñez jornalera, tenemos que pensar en niñas, niños, adolescentes que en su gran mayoría son originarios de lugares con pobreza extrema, donde sus padres, generalmente jornaleros agrícolas migrantes, no han tenido acceso a la tierra o a oportunidades. En algún momento, migran hacia las grandes zonas agroexportadoras hacia el noroeste pero también llegan a cruzar la frontera y se insertan en diferentes rutas migratorias por el lado del Golfo, hacia el centro del país y por el lado del Pacífico. Es importante pensar quiénes son estas niñas, niños, ¿hacia dónde van?, si van solos, como parte de las familias o si son los que cruzan en algún momento la frontera.

Usted vivió la situación en San Quintín y sus condiciones, ¿qué experiencias tiene de los niños jornaleros?

Hicimos la primera investigación para Sedesol y Unicef en 1992. En el trabajo que hicimos con niños de 8 a 14 años aproximadamente vimos sus condiciones de vida y de trabajo. Entrevistamos a esta niñez que proviene de Oaxaca, Guerrero —los estados más pobres—, y trabajan con sus familias, que en algunos casos no son solamente jornaleros que emigran sino que ya se han ido asentando.

Es una población que proviene básicamente de regiones indígenas, de la mixteca oaxaqueña, son mixtecos y triquis, y entre un 40 y 60 por ciento, pertenece a población indígena. ¿Qué encontramos? una población más vulnerada por ser indígena, por ser migrante y por su condición de niñez. Encontramos condiciones de violación a sus derechos humanos desde la forma en que viven, como el hecho de trabajar, son niños de 14 años ya con 5 o 6 zafras, y eso se viene presentando desde los años ochenta.

Cuando se asientan, enfrentan otro tipo de situaciones; la vivienda sigue siendo un problema, si están de temporal llegan a condiciones de hacinamiento y falta de servicios muy graves, de agua potable, y se asientan en algunas colonias que incluso nombran como sus ciudades de origen: la nueva región triqui, la Maclovio Rojas; son otros problemas los que tienen que enfrentar, pero no cambian sus condiciones de vida, ni sus condiciones laborales.

En la falta de cumplimiento a sus derechos laborales está la situación más fuerte, es la incorporación de los niños y niñas al trabajo; la presencia de trabajo infantil en esos campos de 1995 hasta 2005 llega a representar un problema muy fuerte porque además hay una presión internacional acerca de por qué, sobre todo en Sinaloa, la presencia de trabajo infantil era muy fuerte, o en lugares como Michoacán, donde llegaba a representar hasta el 40 por ciento. En 2005 se empieza a trabajar para desincentivar esta incorporación de la mano de obra infantil.

En San Quintín, ¿qué encontramos actualmente? Existen estas acciones, hay un programa de Sedesol que atiende directamente las necesidades de educación, de salud y de educación, sin embargo, sigue la presencia de trabajo infantil en los campos. Generalmente los más pequeños son los que dejaron de trabajar; en 2009, hay un dato, niños que trabajaban a los 6 años tenían un porcentaje muy pequeño. A medida en que aumenta la edad, el porcentaje crece; a los 9, 10 años ya hay un 80 por ciento, y a los 14 años, las niñas y niños migran para ir a trabajar. Ese sector se incorpora a la mano de obra, con el resto de la población. Realmente no ha habido una fuerza importante para incorporarlos a la educación. Se pensó que al desincentivar su presencia en los campos, iban a asistir a la escuela, lo cierto es que padres y madres manifestaban que no les alcanzaban los recursos para seguir mandándolos a la escuela. ¿Qué ha pasado?, si se quedan en los lugares de origen hay el riesgo de que si no están en la escuela, de todos modos podrían ser víctimas de alguna red de criminales o víctimas de la violencia.

¿Cómo es la alimentación, la salud que tienen los niños jornaleros?

Desde 1992 y en estudios recientes que se hicieron en 2005 hasta 2008, encontramos problemas de salud fuertes respecto a la alimentación, la nutrición. Problemas de salud que tenían que ver con problemas de intoxicación; granos en la piel, ojos llorosos, pareciera gripa. Al analizar los síntomas de manera integral y no como enfermedades aisladas, la realidad es que es resultado de la exposición a la contaminación por agroquímicos.

Al incorporarse a las jornadas de trabajo, los más grandecitos lo hacen al igual que sus padres, no son jornadas de 8 sino de 15 horas y cuando se incorpora el niño o la niña al trabajo, lo hace igual que el adulto. Es más, hay familias donde el ingreso familiar depende más de la mano de obra infantil, hay 2 adultos trabajando y 4 niños, o en el caso de familias monoparentales, es la niñez, sola, la que se incorpora al trabajo.

 

¿A qué horas te sientes cansada?

El hecho de trabajar jornadas tan extenuantes, al entrevistar a los niños les preguntaba: ¿en qué momento del día te sientes ya cansada?, decían a las 12, una del día, porque salen a trabajar a los campos muy temprano 6:30 horas y a las 7, 8 de la mañana se incorporan, regresan a las 4 de la tarde.

Me tocó ver en un campo de Hidalgo, en una ejotera, a un niño de 6 años que había regresado a las 4 de la tarde, sin comer, mojado, con los pies descalzos para integrarse a una escuela provisional de lo que era el Programa de Educación Básica para la Niñez Migrante, Pronim.

Era una carpa improvisada donde iba a su escuela multigrado a tomar su clase, pero ¿por qué estaban ahí en esas condiciones?, me pregunté. Fue porque la población asentada no quería prestarles la escuela porque decían que estaban mugrosos y dejaban sucio. Ese chiquito de 6 años que venía de trabajar de la zona ejotera, en esas condiciones, así estaba tomando clases.

Su opinión sobre el papel de los gobernadores donde están asentadas las empresas agroexportadoras, particularmente en Baja California…

Hay una ausencia del Estado en general, pienso en todos los niveles de gobierno donde dicen “la población migrante no es mi responsabilidad, es una responsabilidad federal”, o en el caso de jornaleros agrícolas, se trataba de negociar con empresarios, gobiernos de los estados y los que representan a los jornaleros agrícolas —que no es tal— y eso es justo lo que demandan en San Quintín, porque de alguna manera las instancias sindicales representan a los mismos empresarios agrícolas, de la CROM, y sindicatos que sabemos defienden los intereses de los grandes empresarios.

La población migrante jornalera ha luchado por su derechos desde hace 30 años aproximadamente y lo ha hecho a través de diferentes organizaciones, en el caso de Baja California y concretamente en el Valle de San Quintín. Ha sido muy difícil la defensa de estos derechos por parte de las organizaciones, porque saben que en el momento en que los defiendan, los pueden matar. Lo narro en mi libro sobre el Frente Indígena de Organizaciones Binacionales. Más allá de eso, nos tenemos que organizar y coordinar para defender a los trabajadores, como migrantes, como indígenas y como trabajadores, que son las tres cosas que el Frente Binacional ha defendido.

Sin embargo, ello ha significado la muerte de líderes, represiones o represalias, pero este momento es significativo e importante, porque es hora de lograr unir, marchar, defender, y posicionarse para tratar de que se respete un salario digno, una jornada de trabajo de ocho horas y prestaciones sociales. Ganarlas va a ser un triunfo y un parteaguas ante toda esta discriminación y violación de derechos laborales y humanos.

Las empresas siempre juegan a ganar más, por eso la reticencia a otorgar el aumento…

Vienen ganando desde hace mucho tiempo, es por jornal. Si a la familia le piden 80 cubetas en un día, es hasta que lo hagan, y una cubeta de 20 litros —sería más o menos 20 kilos de tomate—, la familia lo hace por tareas o por surcos, y para cumplir con ese jornal se emplea a toda la familia; cuando dejan de participar las niñas y niños, no pueden cumplir, por eso necesitan a todos los miembros de la familia.

¿Los jornaleros están condenados al ostracismo?

Un dato, si el padre, empezó a los 5 o 6 años como jornalero agrícola, los niños y niñas también habían empezado a la misma edad. Hay una reproducción de la pobreza generacional, pero las expectativas de niñas y niños han cambiado cuando analizamos sus historias de vida, quieren ser algo más, no quieren ser jornaleros.

Hay un cambio y la migración tiene también esa posibilidad, contradictoriamente, por un lado está toda esa explotación, pero por otro, hay la posibilidad de salir del lugar de origen. Me decían dos niñas de Guerrero: “¡por lo menos sé que no me van a vender!, ¡no voy a terminar casada con alguien y puedo salir!, aquí puedo ser libre”, incluso aunque esté trabajando en los campos. Prefieren ir a los campos que quedarse en casa a cuidar a los hermanitos y hacer el quehacer. Uno piensa que si no están en los campos, están en la escuela, pero no, están haciendo trabajo doméstico. Es algo que no está muy reportado en las encuestas, el trabajo informal, doméstico, está en condiciones de alto riesgo, según la Ley Federal del Trabajo.

¿El gobierno federal debe tomar las riendas de la situación y llegar a arreglos, o de lo contrario podría convertirse en un foco de conflicto social, por la situación que están viviendo…?

Los recursos han ido bajando, antes había un programa específico en educación básica y dejó de funcionar. Ahora son servicios educativos para la población migrante, pero no es un programa como tal o el Conafe, hay falta de recursos, y lo que era la atención específica a jornaleros agrícolas se ha reducido a subsidios. Es ese subsidio para apoyar la educación y la alimentación de la niñez migrante y, por otro lado, subsidios para cuestiones como mejorar el bienestar y condiciones de vida. Éstos no tienen nada que ver con la parte laboral, a cargo de la Secretaría del Trabajo, ahí es donde tendría que haber una mayor regulación. No sólo pensar que esos campos que certifican es para cumplir con normas internacionales para los mercados, sino que haya una regulación eficaz en las relaciones obrero patronales —si le podemos llamar así— y que puedan tener esos beneficios. Hace falta una acción más eficaz, más recursos y una mayor presencia del Estado como regulador, no como quien se somete a las lógicas del mercado agrícola agroexportador.