Frente a la miseria
Marco Antonio Aguilar Cortés
En todas las entidades federativas del país, y en todos los niveles económicos de la sociedad mexicana, se llega a la conclusión de que nuestros procesos electorales son demasiado caros.
Gente de todas las ideologías piensan lo mismo: un México sin empleos, sin cobertura plena de educación, salud, vivienda, con una deuda pública enorme, con quebranto en sus finanzas, no puede ni debe financiar procesos electorales multimillonarios.
Antes de recortar en proyectos productivos como la transportación ferrocarrilera, la que incluso puede servir de detonante para dar un nuevo sentido a la política del transporte colectivo de nuestra nación, debe recortarse el enorme gasto en procesos electorales.
A la fundada crítica por esa descomunal asignación a gastos electorales en los presupuestos de egresos, en la federación, en las 32 entidades federativas y en los 2445 municipios de los Estados Unidos Mexicanos, se han sumando variadas opiniones.
Hasta el semanario Desde la fe, dedica sus espacios a este asunto terreno, afirmando que es escandaloso el financiamiento y la descomunal asignación de recursos otorgados a los partidos políticos para este proceso electoral 2015.
Por doquier se hace un comparativo entre lo que se va a gastar en salud y asistencia social con lo que se proyecta para erogar en elecciones. Y el monto electoral es superior a esos dos ramos.
Afirman que es un “derroche del pueblo a costa del pueblo”, lo que no corresponde totalmente a la realidad, ya que ese derroche no lo realiza el pueblo, sino el gobierno representado por autoridades, para el caso, la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, órgano encargado de la aprobación de dicho presupuesto de egresos de la federación.
Lo que sí es cierto es que ese despilfarro se perpetra a costa del pueblo; y, bien pudieran hacerse, en lo electoral, varios recortes que serían aplaudidos por la mayoría de la población. Si hubiera la voluntad para ello, se podría efectuar todo el proceso electoral sin tanto gastadero. En varios días de trabajo se elaborarían proyectos viables y serios para, con poca erogación, celebrar el próximo proceso electivo, con mayor calidad y certidumbre.
En este año 2015 se elegirán, el 7 de junio, 500 diputados federales, nueve gobernadores, 993 ayuntamientos, 641 diputados locales y 16 delegaciones políticas del Distrito Federal. Los costos de estos eventos pueden reducirse al mínimo indispensable, ya que esas elecciones tienen que hacerse.
Si no se hace ese recorte a lo electoral, ahora y en serio, al final de ese proceso tendremos que padecer nuestros deslices y torpezas.
Y ese proceso no se termina un día después de la emisión de los votos, sino que prosigue varios meses después, con etapas que, en no pocos casos, alterarán la voluntad popular emitida.
Todo a nombre de una “democracia” inexistente.
