[gdlr_quote align=”center” ]Apostamos a rescatar la Delegación Cuauhtémoc para recuperar el espíritu y la dignidad.[/gdlr_quote]

 

 

Escuchar a la gente

 

 

Si queremos que las ideas se hagan ciudad,

necesitamos reinventar las palabras de la política.

Juan Carlos Monedero

 

José Alfonso Suárez del Real y Aguilera

Los vecinos de la antigua ciudad de México, delegación Cuauhtémoc, sabemos que podemos resistir la violencia de nuestra ciudad: sismos, inseguridad, corrupción, especulación y el deseo de promotores inmobiliarios por expulsarnos de un territorio que nos pertenece.

Y también entendemos que tenemos la capacidad de enfrentar y vencer esas expresiones de violencia dándole el valor que nos merecen la decencia, la concordia, la convivencia entre los vecinos —los residentes y los no residentes, es decir: los empresarios, los comerciantes— así como nuestras maneras de expresar nuestra cultura y la rica historia y tradiciones de nuestras colonias y barrios y, por ende, las acciones que emprendemos en defensa de nuestro arraigo vecinal.

Porque los vecinos del corazón de la ciudad de México tenemos memoria, tenemos convicciones solidarias y compromisos vecinales y ciudadanos con la democracia, con México y con su historia: apostamos a rescatar la delegación Cuauhtémoc para recuperar el espíritu y la dignidad que nos reconozca y se reconozca en nosotros como parte vital de su transformación.

Aspirar a representar a los habitantes de la ciudad ante la Asamblea Legislativa es asumir, ante todo, la enorme responsabilidad y el profundo orgullo que implica expresar ante ese poder de la ciudad las necesidades y propuestas de una colectividad cuya fortaleza social se finca en acciones solidarias ante la pobreza y ante todos los efectos que arrastra esta abyecta expresión de la violencia.

El clamor popular por la justicia es un sentimiento ancestral que Morelos precisó como objetivo supremo del legislador y como meta irrenunciable de la buena ley, aquélla que modera la riqueza y la pobreza, que pugna por un salario digno y justo, que provee la educación del pueblo para alejarlo del crimen y de la delincuencia: ésta debe ser la regla de oro de cualquier legislador que aspire a representar cabalmente a los habitantes del Distrito Federal.

En ese contexto, los diputados capitalinos deberán pugnar por regenerar el marco normativo de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, el cual debe fincarse en los principios legados por don Benito Juárez: la austeridad republicana, honestidad, racionalidad administrativa, transparencia absoluta y rendición de cuentas de cada peso destinado a su operación por parte del pueblo al que representan sus integrantes; en pocas palabras, deberán actuar con la decencia que caracteriza a la enorme mayoría de los habitantes de la ciudad.

Todo ello, sin perder nunca del horizonte del quehacer cotidiano de los legisladores las actitudes que propone Juan Carlos Monedero, para quien reinventar la política obliga a escuchar a la gente, a promover su participación decidida, y a rehabilitar la ilusión a fin de concretar las ideas —no los discursos—, que son las que verdaderamente mueven a los habitantes de las ciudades.