BERNARDO GONZÁLEZ SOLANO
El jueves santo, 2 de abril, después de ocho días consecutivos de intensas negociaciones diplomáticas en la ciudad suiza de Lausana, el G5+1 (Estados Unidos de América, Gran Bretaña, Francia, República Popular China y Rusia) más Alemania e Irán, llegaron a un entendimiento general sobre puntos básicos respecto a la limitación y vigilancia del programa nuclear iraní, así como al progresivo levantamiento de las sanciones impuestas al régimen iraní desde febrero y marzo de 2007, cuando la Unión Europea y la ONU aprobaron una serie de sanciones en contra del régimen de Teherán por no cumplir sus acuerdos, con ambos organismos, sobre la reducción de su programa de enriquecimiento de uranio para impedirle la capacidad de poseer armas nucleares. Si las negociaciones llegan a buen fin el 30 de junio próximo podría convocarse a la firma del acuerdo definitivo e Irán se reintegraría plenamente a la comunidad internacional.
El acuerdo general indica que Irán reducirá en un 75% su infraestructura de enriquecimiento de material nuclear: sus arsenales de uranio enriquecido pasarían de 8,000 kilos a 300. Esto no sucedería por simple deseo de las partes, pues se establecería un alto grado de verificación de sus actividades y si Teherán aplica este compromiso en seis meses se anularía el grueso de las sanciones.
Hasan Rohaní, el presidente de Irán, señaló que en Lausana “se han alcanzado soluciones en los parámetros clave”, en tanto que el presidente estadounidense, Barak Obama, precisó que el acuerdo es “la mejor forma de impedir que Irán fabrique una bomba nuclear y hará al mundo un lugar más seguro”, aunque previsor de cualquier maniobra en contra y de algo peor (interna y externamente hay adversarios del acuerdo, los republicanos e Israel, entre otros, por ejemplo), añadió: “Si Irán miente, el mundo lo sabrá”. Dos días más tarde, agregaría que “como presidente y comandante en jefe de las fuerzas armadas, estoy convencido de que la opción diplomática –con un acuerdo completo y a largo plazo–, es la mejor opción para Estados Unidos, para nuestros aliados y para el mundo”…”Si vemos algo sucio realizaremos inspecciones…Este acuerdo no se basa en la confianza, sino en verificaciones sin precedente”.
No es para menos, la propia naturaleza del entendimiento preliminar invita a la cautela. Suspicacias aparte, el pacto de Lausana es mucho más detallado y ambicioso de lo que se esperaba durante la última ronda de negociaciones, pero ni es un tratado –incluso el acuerdo final tampoco lo sea–, ni estrictamente un acuerdo. No hay firmas definitivas. Al respecto, David Ignatius, uno de los comentaristas estadounidenses mejor informados en cuestiones de seguridad nacional en USA, escribió en The Washington Post: “Lo preocupante es que el acuerdo no está hecho: no hay un apretón de manos final. Parece un acuerdo bastante bueno. Ojalá se firmase”.
Según el título del documento presentado el jueves 2 de abril por la jefa de la diplomacia de la Unión Europea, la italiana Federica Mogherini, y el secretario de Exteriores iraní, Mohamed Javad Zarif, se trata de una “declaración conjunta” que no habla de acuerdo sino de “soluciones sobre los parámetros clave de un Plan de Acción Conjunto y Completo”. El texto conjunto es menos concreto que el documento de cuatro páginas difundido por la Casa Blanca, más preciso.
Por su parte, el presidente iraní, Hasán Rohani, calificó el día del entendimiento como “histórico para la memoria nacional” y se felicitó por la flexibilidad demostrada por la comunidad internacional al “aceptar que Irán pueda enriquecer uranio”, lo que hizo levantar la ceja a más de uno de los negociadores de Lausana. No obstante, Rohaní agregó:”Si se nos promete algo, mantendremos nuestro rumbo de acuerdo con la promesa dada. Por supuesto, depende también de que la otra parte emprenda sus acciones de acuerdo según la misma promesa”. No solo Obama enfrenta opositores al acuerdo –que muchos consideran una maniobra del mandatario estadounidense para pasar a la historia así como las negociaciones que ha emprendido con el régimen castrista de La Habana después de 50 años de enfrentamiento–, también los tiene el mandatario de la república islámica, como el asesor del líder supremo de Irán, Alí Jamenei, Hossein Shariatmadari, quien aseguró que el “pacto pone a Irán a los mandos de un caballo con las bridas rotas”, es decir un acto de sumisión al extranjero. Radicalismo al que Rohaní contestó veladamente: “Algunos creen que solo tenemos dos opciones: o luchar o rendirnos a las potencias internacionales. Yo digo que ninguna de las dos cosas, porque existe un tercer camino: el de la cooperación con el mundo”.
Aunque el anuncio de Lausana fue recibido en el mundo entero con optimismo, el temor de la comunidad internacional a que la república de los ayatolas –enemigo declarado de Occidente poco después del triunfo de la revolución islámica en 1979 y cuando 52 estadounidenses fueron secuestrados durante 444 días hasta 1981 en la embajada de EUA en Teherán– finalmente se haga de la “bomba”, ha marcado gran parte de las relaciones geopolíticas no solo en el Oriente Medio sino en el resto del planeta en los últimos años. No hay que olvidar que la toma de la legación del Tío Sam en aquel país, por revolucionarios iraníes –entre los que se encontraba un belicoso Mahmud Ahmadineyad, que posteriormente llegaría a ser presidente de Irán–, azuzados porque EUA había dado asilo al derrocado Sha de Persia (que también pasó algunos días de exilio en México) , precipitó la ruptura de las relaciones diplomáticas e inició un periodo de 35 años de guerra fría.
De tal suerte, pese a las enormes resistencias que este acuerdo ha levantado en los republicanos que controlan las dos cámaras del Congreso de EUA y que han anunciado que harán hasta lo imposible por obstaculizar cualquier avance, y con la frontal oposición de dos aliados tradicionales de Washington en la zona: Israel y Arabia Saudí, Obama está decidido a sacar adelante el tratado definitivo. En tanto, mientras el gobierno israelí teme que Irán logre, pese a todo, fabricar la “bomba”, Riad ve preocupado que el régimen chií de los ayatolás alcance mayor protagonismo y le “haga sombra” en la región.
Sin duda, la eventual reconciliación de estadounidenses e iraníes alterará los equilibrios regionales y daría pie para (re)organizar –si alguna vez lo estuvo–, el Oriente Medio: influyendo en situaciones tan explosivas como las de Siria, Irak, Yemen, sin olvidar el eterno conflicto entre Israel y Palestina. De ahora en adelante, Obama sabe que son importantes todas las jugadas de sus piezas en el tablero de ajedrez internacional, sobre todo en lo referente al tratado con Irán. Por eso el primer mandatario afroamericano de la Unión Americana se jugó el todo por el todo en Lausana, incluso alargando el plazo para llegar a un entendimiento. Consciente de que la sola posibilidad de que Irán ingresara algún día en el “selecto” club de los países que poseen la bomba atómica lleva casi tres lustros desestabilizando todo el Levante, y lo que esto representa para la paz mundial –sobre todo porque la República Islámica ha negado el derecho a la existencia de Eretz Israel, aunque con Rohaní ha moderado esta posición–, Obama busca pasar a la posteridad legando el posible tratado como su herencia en política exterior.
De tal suerte, Obama está nuevamente en campaña aunque no electoral, en menos de tres meses debe convencer a los escépticos de las bondades del acuerdo preliminar adoptado en Lausana. Aunque ha puesto en riesgo su relación con los saudíes y los israelíes. Por eso, Seyed Hossein Mousavian, diplomático iraní que hace diez años tomó parte en las negociaciones nucleares y que ahora reside en EUA, declaró a un periodista madrileño: “El riesgo viene de las interferencias extranjeras…Arabia Saudí interfiere. Israel interfiere…En Irán, hay una persona que toma la decisión final: el líder supremo. Si él confirma el acuerdo, el acuerdo está hecho y nadie lo violará. En Washington no es así. La delegación de EUA está de acuerdo, el presidente (también) y entonces el Congreso lo cuestiona. Nadie sabe quién decide en Washington”. Gajes de la democracia.
La suerte está echada. En poco más de 90 días se sabrá si Obama y Rohaní cruzaron a salvo el Rubicón. VALE.
