D.F. POR SIEMPRE!

 

A una década del desafuero

 

 

La perseverancia es convertir

lo imposible en posible.

Anónimo

 

 

José Alfonso Suárez del Real y Aguilera

El 7 de abril de 2005, el Pleno del Congreso de la Unión determinó, por mayoría de votos, desaforar a Andrés Manuel López Obrador, a la sazón jefe de Gobierno del Distrito Federal, consumándose así la determinación del panista Vicente Fox Quesada y sus aliados momentáneos, para intentar frenar la imparable simpatía que el político tabasqueño concitaba en función de una política de fortalecimiento del Estado de bienestar fincada en el principio de “por el bien de todos, primero los pobres”.

El uso faccioso de la justicia y del procedimiento del desafuero previsto por la Constitución, sin matiz alguno acreditó el talante autoritario del “presidente de la alternancia”, cuyo proceder instigó el rechazo mayoritario de la población, sobre todo la de los capitalinos, y en particular la de los adultos mayores beneficiados por la aplicación de una pensión universal obtenida de acciones de contención de gasto público, de economías presupuestales y de reducción de sueldos y canonjías de los funcionarios públicos del Gobierno del Distrito Federal.

La impericia política del neopanismo atizó aún más el encono ciudadano, lo que fortaleció la candidatura presidencial de López Obrador para el proceso electoral de 2006.

Ante el evidente crecimiento de la popularidad del tabasqueño, la oligarquía trasnacional se aglutinó a efecto de frenarlo, y para ello desplegó la más soez y abyecta contracampaña mediática, cuyo efecto boomerang obligó a una conjunción de mañas al viejo estilo del PRI totalitario y a modernas estrategias tecnológicas que, sumadas a la “operación política” de la dirigente del Panal, Elba Esther Gordillo, construyeron el magro “triunfo” electoral de Calderón con un raquítico 0.68% de la votación.

La vocación autoritaria del calderonismo insertó al país en una violenta confrontación generadora de casi 100 mil muertos y de 30 mil “ausentes” (desaparecidos), dramática realidad que, aunada a la compra anticipada de la Presidencia de la República por una aceitada estrategia publicitaria favorable al producto electoral llamado Enrique Peña Nieto, indujo el voto a favor del PRI en el proceso electoral de 2012.

Ni adversidades partidarias o electorales ni quebrantos de salud han mermado la firmeza y convicción de López Obrador en pos de provocar la dignificación de la vida pública nacional y de recuperar colectivamente los valores y principios históricos que para el pueblo mexicano hagan efectiva la justicia social, histórica aspiración que ante la desarticulación del Estado de bienestar se antoja imposible, pero que ―como reza la conseja popular― la perseverancia del tabasqueño puede hacer posible en una realidad esperanzadora.