Repudio generalizado

 

Mireille Roccatti

Con tristeza, rabia contenida y mucha frustración la sociedad ha recibido el inicio de las campañas para todos los puestos de elección popular que están en juego en este proceso electoral intermedio de 2015. El vendaval de cápsulas informativas que nosotros calificamos de “tsunami de spots” está en marcha.

La sociedad y los mexicanos reprueban lo que hoy se ven obligados a sufrir y aguantar, visual y auditivamente, por los vicios y omisiones de la legislación aplicable. Los ciudadanos día con día tienen que ver y escuchar de manera encadenada uno tras otro, los mensajes de las diez fuerzas políticas registradas. Los mensajes contienen, en su mayoría, ataques al adversario, insultos, calumnias, difamaciones, infamias y verdaderas canalladas, que rebajan y envilecen el ejercicio de la política.

La política que constituye una de las actividades más nobles que desarrolla el hombre en busca de mejorar las condiciones de vida de sus semejantes, y que tiene como objetivo la armónica convivencia social, hoy se concibe como practica degradante e interesada del ejercicio del poder que tiene como propósito el enriquecimiento personal y el logro de objetivos bastardos ajenos al interés colectivo.

Los primeros ejercicios de campaña se han convertido en una verdadera “guerra sucia” que en mala hora adoptamos de prácticas estadounidenses y españolas, en las que con poca imaginación y talento se busca desprestigiar al adversario.

El argumento, la propuesta, la crítica constructiva poco importan, se trata de desprestigiar, infamar, insultar; diría Goebbels —el clásico con reminiscencias nazis—: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Los mexicanos en su conjunto repudian esta práctica de la partidocracia que abona al repudio generalizado que concitan y que tarde que temprano habrá de pagar su precio.

Lo más terrible y preocupante es que esta actitud de los partidos y candidatos ensancha la brecha de alejamiento de la ciudanía y hoy con preocupación debe valorarse que las mediciones estadísticas anuncian un abstencionismo de 75% de los electores. Lo cual, en rigor, deslegitima las elecciones de 2015.