Oguer Reyes Guido*

(Quinta y última parte)

Las tensiones que se han venido incrementando en el Pacífico entre China y los Estados Unidos está poniendo de manifiesto la necesidad de un nuevo enfoque estratégico relativo a la seguridad nacional de los Estados Unidos.

Sin embargo, la política global de seguridad nacional de los Estados Unidos no es tan fácil de modificar debido a que se articula sobre la base de las prioridades difícilmente establecidas, negociadas y acordadas por los órganos de gobierno del sistema político estadounidense.

El desarrollo bélico de China es, ciertamente, un motivo de preocupación para los norteamericanos debido a que tienen muchos intereses y aliados en el Pacífico; mismos que podrían sentirse incómodos o amenazados ante el crecimiento exponencial que en materia militar está impulsando el gigante asiático.

Sin embargo, hablar de una guerra inminente entre China los Estados Unidos no es asunto sencillo ya que implica un replanteamiento estratégico de la seguridad nacional  y un apuntalamiento de sus ejes de influencia en el mundo. Recordemos que en la filosofía estadounidense la seguridad nacional es de carácter extraterritorial.

Entrar en guerra con China sería tanto como abrir un importantísimo frente de batalla dejando descuidado otros flancos como los conflictos no resueltos de Irak y de Siria. Sería destinarle una gran parte del presupuesto y del esfuerzo bélico contra China y desatender la amenaza que representa en progreso del fenómeno del Estado islámico, por ejemplo.

China es un problema para los Estados Unidos, pero no por ello implica que la opción armada contra el gigante asiático sea la mejor solución para la Casa Blanca.

Para el Doctor Julián Pavón, catedrático director de CEPADE-IEN, en la Universidad Politécnica de Madrid, China es el acontecimiento político y económico más importante del siglo XXI y es la base de las políticas económicas que está desarrollando Obama en los Estados Unidos.

Según el Doctor Pavón, China continúa su inevitable expansión mundial a través de su modelo “parasitario”. El término no es un adjetivo peyorativo para el fenómeno de expansión de la potencia asiática sino que es un acrónimo que nace de las tres características básicas del modelo: pacífico, rapidísimo y silencioso.

En este sentido, el crecimiento económico chino condiciona, de alguna manera, las decisiones militares norteamericanas puesto que China es el principal acreedor y fuente indispensable de financiamiento que mantiene a flote el presupuesto norteamericano. Según Guillaume Melisi, analista de Tradition Viel, el enorme déficit estadounidense requiere un flujo de capital de 2 millardos de dólares por día. Los Estados Unidos viven por encima de sus posibilidades económicas. La mayor parte del capital para cubrir el déficit viene de Asia, en particular, de China.

Por lo anterior, resultaría particularmente devastador para la economía estadounidense que La Casa Blanca decida hacer la guerra contra su principal  fuente de financiamiento.

Para David Sanger y Graham Allison, profesores de la Universidad de Harvard, los Estados Unidos enfrentan, actualmente, importantes desafíos en términos de Seguridad Nacional. Desde el dilema de atacar o no a Siria hasta el problema de Irán en el sentido de que si Irán logrará alcanzar la bomba atómica o será bombardeado por Estados Unidos. En medio de todo esto, también es motivo de inquietud el surgimiento y consolidación del Estado Islámico, lo que le ha significado el regreso de las acciones militares a un escenario que consideraban ya superado como lo es el de Irak.

En conclusión, una eventual guerra contra China no es nada fácil de enfrentar para los Estados Unidos debido a la complejidad que este hecho podría llegar a tener en el plano económico y geopolítico y de prioridades de su seguridad nacional.

*Especialista en Economía Gubernamental

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