Discusión innecesaria
René Avilés Fabila
No le veo mucho caso a la discusión de acudir o no a las urnas a votar. Me parece que lo sano para el país, lo inteligente, es ir a sufragar. No hay, honestamente otro camino. Algunos jóvenes alumnos míos, me hablan de una posible revolución. El asunto no es tan fácil como gritar en las calles y escribir en las redes sociales “que se vaya Peña Nieto”.
Una sola pregunta: ¿suponen que es así de fácil? Imaginemos que se va, ¿quién quedaría, qué dice la Constitución en tales casos, que harían las fuerzas armadas, qué los partidos políticos? Hace poco vi una humorada política, de ésas que llaman memes, decía: “El hijo del perro Aguayo subió al ring vivo, vivo lo queremos de regreso. Que se vaya Peña Nieto”.
Ir en busca del poder a través de la vía armada no es una utopía sino algo ridículo. Dudo mucho que México esté dispuesto a ir a una nueva revolución, los costos en sangre y destrucción son muy altos y en estos tiempos de globalización, hay más dificultades que posibilidades. En cambio, la ruta electoral es un buen principio. De entrada se logrará activar a una sociedad desencantada y sin mayores sueños, enseguida, si todos acudimos a votar, la concentración de poder en unos pocos partidos disminuirá. El PRI tendrá menos fuerza en el país y el PRD en la ciudad capital, el DF. Esto sin duda abrirá las puertas a una mayor participación de la sociedad en la política y verá que aumenta su fuerza. Tendrán que convencer con argumentos sólidos para obtener triunfos legislativos o para que sus propuestas prosperen.
En ir a sufragar están de acuerdo todos los partidos, ninguno llama a la abstención, del PRI a Morena, pasando por el PAN, el Verde Ecologista y demás morralla. Para mí, desde siempre, el sistema es un fracaso, en una época llamé a través de mis artículos y clases universitarias a votar en blanco para mostrar repudio. Fue un fracaso para aquellos que lo hicimos. Ahora sería lo mismo. De allí que sea mucho mejor invitar a la ciudadanía, no importa que sean elecciones intermedias, a ir a las urnas, a demostrar que nos interesa lo que está pasando en el país con los políticos corruptos.
De esta manera, los partidos pierden peso y la sociedad lo gana. Ellos sabrán de nuestro trabajo y nosotros de nuestro poder real, el que jamás hemos aprovechado.
No dejemos de lado importantes aspectos políticos, uno de ellos es el caso de Salvador Allende, quien triunfó por la vía electoral. Otra cosa es que hubiera militares traidores. Ahora, si alguien supone que la ruta violenta es buena, pues está mal. No hay condiciones ni internas ni externas, diría Marx, para ir a una revolución y menos en estos tiempos de apabullante triunfo capitalista. Hay que propiciarlas y ello lleva tiempo y preparación. No bastan las consignas de apariencia contundente ni redes sociales desbordadas.
Mientras aparecen más claramente las contradicciones es indispensable abrirle espacio a la sociedad. Necesitamos un país donde participe más la gente y menos los partidos políticos. Y eso pasa, en nuestro tiempo, por las elecciones. Para modificar o eliminar a los partidos existentes es indispensable crear unos con inteligentes posturas y con fuerza ideológica.
De lo contrario, perderemos el tiempo en gritos y consignas fáciles en lugar de trabajar en la politización de la sociedad en su conjunto. Por ahora, votemos por los candidatos menos peores. Y ello es sencillo si observamos sus biografías y trayectorias.
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