Resih Hernández B.*
Al abordar el conflicto actual en Siria, muchos observadores lo han planteado como uno en el que la minoría dominante alawita, se enfrenta a otros grupos étnicos y religiosos, ya sean mayorías como los árabes sunas, o minorías como kurdos, cristianos y druzos. Y aunque esta afirmación está demasiado simplificada, merece un poco de atención y de crédito.
Tomemos en cuenta que la minoría alawita se originó en el siglo IX y que su sistema de creencias difiere significativamente del islam y del cristianismo. Así, es posible identificar elementos de ambos sistemas de fe. Por ejemplo, Alí, figura inseparable de la historia del islam, por haber sido primo y a la vez yerno del profeta Mahoma, es divinizado. Y esto es un hecho comparable con la divinización de Cristo en que incurren algunas ramas del cristianismo. En contraste, la divinización de un ser humano es un asunto poco sensato a los ojos del islam.
De esta manera, durante los tiempos del auge y expansión del islam en Medio Oriente, desde la época del califato de Bagdad, hasta el desmembramiento del Imperio Otomano, los alawitas se habían mantenido como un grupo marginalizado dedicado fundamentalmente al trabajo de la tierra, en la región de Latakia, al oeste de Siria, debido a la falta de reconocimiento por parte de la rama sunita del islam, que constituye la rama mayoritaria, que condenó a los alawitas a ocupar los estratos más bajos de la sociedad.
Esta situación empezó a cambiar cuando Siria dejó de ser un estado tutelado por Francia, en 1946, para convertirse en una república independiente. Fue entonces que los alawitas empezaron a ascender socialmente, ya que la manera de escapar de sus difíciles condiciones de vida era incorporarse en los cuerpos policiacos y en el ejército, al servicio de los franceses. Poco a poco los alawitas se adentraron en las estructuras del estado hasta que en el año 1970, Hafez al Assad, padre del actual presidente sirio, dio un golpe de estado que instauró el predominio de los alawitas en las estructuras del poder, hecho que en alguna medida podría representar una cierta “revancha histórica”.
Durante décadas, el poder predominante alawita, logró establecer un complejo sistema de alianzas y equilibrios con los otros grupos del país, balances que hoy aparecen muy alterados y en medio de dinámicas de enfrentamientos y recomposición de acuerdos. El conflicto hoy es mucho más que una simple lucha de una mayoría sunita contra los alawitas. El detrimento del nivel de vida de la población siria es asunto grave y esto es campo fértil para los estallidos sociales, independientemente de la filiación religiosa o política del grupo que se encuentre en el poder.
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