EDITORIAL
La degradación por la que hoy atraviesa la democracia mexicana tiene su máxima expresión en los spots burdos, encizañadores y de mal gusto que maquilan los partidos políticos.
La crisis ha llegado a tal grado que una de las más importantes valoraciones que tendrán que hacer el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Congreso, después de los comicios intermedios, es si los spots deben ser eliminados de la arena de competencia, para entonces evolucionar a otro tipo de exposición mediática.
Hasta este momento no existe —y si existe nos gustaría conocerlo— algún “dato duro” que demuestre, cuando menos, dos cosas: primero, que un candidato haya ganado una elección gracias a un spot, y segundo y más importante, que ese instrumento propagandístico haya contribuido a construir una cultura democrática más sólida.
Por el contrario. Existe una clarísima contradicción entre los 24 millones de spots para los comicios de 2015 y su utilidad política. Decir que la contratación de tiempo-aire en radio y televisión para transmitirlos es gratis porque los partidos utilizan tiempos oficiales, es una falacia. Cada partido invierte más del 50% de sus prerrogativas en contratar costosas empresas publicitarias que han venido produciendo verdaderas porquerías.
Ni los partidos demuestran tener imaginación para atacar a su adversario con inteligencia, ni los publicistas han dado muestras de ser verdaderos estrategas. Mal unos y peor los otros.
Lejos de avivar el odio y la división en la sociedad, no hay otro efecto. La población infantil —la más sensible, curiosamente, a este tipo de mensajes— ha resultado ser la más afectada dado que repite los insultos que intercambian los partidos, al grado que un niño ya practica en la escuela el bullying aprendido en la propaganda política.
Un fenómeno que debe ser estudiando por el INE porque, en aras de la libertad de expresión, los partidos están cayendo en algo que muy bien podría considerarse como “pornografía política”, donde la exhibición de la basura moral toma el lugar del sexo perverso.
Le apuestan al escándalo y no a la propuesta para ganar votos.
El PAN y el PRD son los padres de esa pornografía política que contradice los objetivos del INE, el que anunció en enero que, para incentivar el voto de 86 millones 228 mil 777 electores, se transmitirían 7 millones de spots electorales.
Bueno, pues gracias a la propaganda de lodo que hoy se difunde en los medios, más el llamado de algunos líderes sociales para que se cancelen los comicios, se tiene —a un mes de la elección— una sociedad hastiada y apática. Dispuesta a todo, menos a ir a las urnas.
Los spots, lejos de profundizar la contienda, están aniquilando las bases de la democracia. No sólo no hay propuestas, ideas, proyectos. Lo que nos están diciendo es que todos y cada uno de los partidos son forajidos, cuyos líderes y candidato deberían estar en la cárcel.
Tal vez eso sea o no cierto, pero un spot no es una agencia del ministerio público. De acuerdo con el código de procedimientos electorales, los espacios mediáticos deben ser utilizados para que el elector conozca a los candidatos, para consolidar la educación cívica y que los partidos se comprometan ante la ciudadanía a transformar la realidad.
La pornografía propagandística que hoy vemos y escuchamos está operando en este momento justo a contrario sensu: en contra de la política misma y de los mismos partidos. Tal parece que las campañas que hoy se difunden están hechas para derogar las instituciones.
Beatriz Pagés