Abdiel Hernández Mendoza*
El mundo de hoy se debate en torno al control energético mundial. Los precios del petróleo son el resultado de la disputa que tiene como principales protagonistas a Estados Unidos y Rusia. El acceso al hidrocarburo por cualquier medio –tradicional o no- en estos momentos está determinando la viabilidad de proyectos que se tenían contemplados en espacios con probabilidad de contar con el energético.
Los precios bajos de petróleo llevan, sin duda, a los países productores a pensar en alternativas para obtener ingresos más allá de la renta petrolera. Sin embargo, eso no quiere decir que se tengan que deshacer del control de su sector energético. Al contrario, los precios tienden a subir de nuevo y será necesario para el Estado contar con reservas estratégicas.
Permitir a empresas ajenas al Estado participar en la extracción y distribución de la actividad petrolera, tiene que comenzar a diferenciarse. No es lo mismo un Estado con el control de sus recursos, seguridad y un gobierno con reconocimiento de su población, que uno con inestabilidad política.
Algunos analistas observan que países con importantes reservas o potencial petrolero tienden a padecer de la inestabilidad política –México, Venezuela, Argentina, Ucrania. Este hecho allana el camino a empresas trasnacionales para apropiarse de sus respectivos sectores energéticos, si es que en el clima de crisis interna de estos países se logra posicionar un gobierno financiado por las élites multinacionales.
En el caso de Cuba, es importante observar su momento. No es un país que produzca petróleo a gran escala; sin embargo, en el contexto de su proceso de actualización, la nación caribeña ha sabido posicionarse y sacar ventaja de ello. En fechas recientes el gobierno de la Isla inauguró la fase ocho del ciclo combinado en la Empresa mixta ENERGAS que cuenta con la participación de la empresa canadiense Sherritt. En el mismo sentido, destaca la participación rusa y china en la aplicación de métodos de estimulación en los yacimientos cubanos de petróleo para facilitar la extracción del hidrocarburo.
Casi medio siglo después Cuba sigue proponiendo caminos a lo que ellos llaman procesos de desneoliberalización y despatriarcalización. Los programas de cooperación Sur-Sur en el marco del ALBA giran en torno a la reciprocidad. En estos momentos de su historia tienen presente el reto que enfrenta su Revolución; como dicen algunos académicos: “Los cubanos no necesitan una perestroika para conocer al pato Donald.”
*Catedrático UNAM / @Abdieler