ANÁLISIS INTERNACIONAL
Dr. Michel Duquesnoy*
(Primera de tres partes)
Los Estados-nación van conociendo desde casi un medio siglo una serie de trastornos y críticas que cuestionan en profundidad su propia validez. Hasta la democracia como concepto y modelo de organización gubernamental de la gestión de las tensiones ciudadanas está en unos de sus peores momentos.
Estado nacional y democracia están en crisis, y en este punto de la historia de la Modernidad occidental –cuyo proyecto aún no ha terminado-, me atrevería en afirmar que las dificultades y trances que las sacuden, son positivas.
Sin embargo, sólo lo serán si por lo menos dos de sus pilares centrales siguen siendo los ejes que guían la conducta (y ¿la razón ética?) de sus responsables. Entiéndase, los dirigentes políticos y la base ciudadana. Ellos y nosotros pues. Con la imprescindible condición de no culparse mutuamente de todos los males que aquejan la buena marcha de las sociedades.
¿Cuáles ejes?
Uno es el indefectible contrato social que compromete la clase política en asegurar el bienestar, la libertad y la igualdad entre sus súbditos. Otro es el derecho y la obligación de expresarse recibiendo un trato equitativo y justo independientemente de la clase social, afiliación étnica, poder económico y/o político, niveles escolares, género, etc.
Recordemos quizá para atizar nuestras conciencias anestesiadas por los alegatos comunes y mediáticos, que ni el modelo “Estado-nación” ni la democracia son estados naturales u obligatorios. Un conjunto societal puede perfectamente gestionarse según un esquema no democrático ni conforme al padrón moderno del Estado nacional. Empero no es deseable, a mi parecer, eludir el uno y/con el otro.
Los dos ejes que arbitrariamente considero como irrebatibles, se ven hilvanados por lo que llamaría su tendón de Aquiles: la libertad. ¿Por qué tendón de Aquiles? Sencillamente en razón de la obligación de proponerse compromisos en un primer tiempo, impulsarles luego para asumirles, cueste lo que cueste aunque en todos los casos dentro de los límites arriba mencionados. Eso es a lo que conduce la elección por la libertad.
Esta obligación genera miedo y angustias. Definitivamente. En suma, es entendible y legítimo porque la libertad da vértigo, como cuando uno se avienta en el vació sólo con un elástico para salvarle de su locura tan intrépida.
*Universidad Bernardo O Higgins, Observatorio Regional de Paz y Seguridad, Santiago, Chile.