Patricia Gutiérrez-Otero
“Entonces nosotros, nosotras, zapatistas, pensamos que tenemos que preguntar a otros, a otras, a otroas, de otros calendarios, de geografías distintas, qué es lo que ven”. Esta frase, sacada del comunicado “La tormenta, el centinela y el síndrome del vigía”, compacta lo que persigue el Seminario de Pensamiento Crítico al que convocan los zapatistas a partir del 3 de mayo.
¿Qué es lo que vemos cada quien desde nuestro puesto de vigía? Es evidente, que una mirada está situada y, por lo tanto, es parcial, pero real. El comunicado mismo advierte, también, de los errores que por cansancio o repetición puede cometer el vigía: repetición de un mismo patrón de percepción o parcialidad en su punto de vista (http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2015/04/01/la-tormenta-el-centinela-y-el-sindrome-del-vigia/).
Lo que sí es un reto, es responder a la pregunta “¿qué es lo que ven?”. Qué veo yo que se avecina, qué veo que está sucediendo. Debo reconocer que responder a esa pregunta es difícil: veo demasiadas cosas, pero para hurgar en ellas y descubrir cuál es el motor que está detrás se necesita tiempo, y lo que esta sociedad nos roba es ese tiempo, diría yo, de ocio. Ocio no en el sentido de acostarme en la hamaca (aunque también es eso), sino ocio en el sentido de no tener que correr tras la chuleta continuamente: una de las mejores formas en que se nos mantiene enajenados. El mantenernos continuamente trabajando es una grave limitante para poder ver, sentir, informarme, pensar, analizar lo que está pasando.
Suponemos que existen especialistas para hacer eso que yo no puedo hacer. Esos especialistas están pagados. Imagino hombres y mujeres sentados en sus escritorios, a los que llega una plétora de información, ya sea por medios impresos o, ahora, por medios electrónicos, y que se dedican a pensar sobre ello. Cabe aclarar que esta posición supuesta muchas veces impide, en cuanto a lo que sería ideal, estar en contacto con lo cotidiano: comprar y cocinar la comida, enfrentar la burocracia, ocuparse de las tareas de la vida cotidiana, que brindan muchísima información de primera mano.
Sin embargo, esos especialistas que están reflexionando sobre lo que pasa, y si concedemos que, además, se ocupan de lo cotidiano, a menos de que vivan de sus rentas, son pagados por alguien y deben ceñirse a las necesidades e intereses de ese alguien, llámese universidad, gobierno, medio de comunicación, dependencia internacional. Este estar situados en dependencia implica, muchas veces, que su investigación no es o no puede ser libre, que está sesgada por la institución para la que trabaja y sus intereses. Por otra parte, en esa misma posición, pueden saturarlos de otras actividades peleadas con lo que llamé tiempo de ocio. Un ejemplo es el de los investigadores de Aristegui: ¿quién les pagará ahora para hacer su trabajo?
La pregunta “¿qué es lo que ven?”, es entonces un reto para abrir los ojos, mirar y decir veo esto. Veo que como investigador, por ejemplo, me acaparan para impartir clases, para ceñirme a expectativas previstas desde hace más de tres años, para llenar inútiles formularios. Veo que no tengo tiempo para investigar más que una milésima fracción de lo que quiero o debo, y que no puedo morder la mano que me da de comer. Me parece que ésta es la primera fase del reto: ver lo inmediato de mi situación y describirlo.
Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés, que se siga la investigación sobre los normalistas de Ayotzinapa, que se dé marcha atrás en las reformas constitucionales.
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