Patricia Gutiérrez-Otero

 Uno de los factores de destrucción de la diversidad cultural de México así como de la jodida ramplonería del pensamiento y las aspiraciones de buena parte de la gente ha sido, sin duda, la irrupción de cierto tipo de televisión en la sociedad. En nuestro país sólo fue en 1950 cuando se dio la primera concesión de televisión a Rómulo O’Farril; en 1951 a Emilio Azcárraga Vidaurrueta (el canal de las estrellas); en 1955 a Guillermo González Camarena (inventor de la televisión a color) el canal 5. Para desgracia nuestra, en 1955, estas 3 televisoras se unieron en una sola y formaron el núcleo de lo que ahora es Televisa. En 1968 se unió a ellos el canal 8, y así sucesivamente. En 1973 falleció Emilio Azcárraga Vidaurrueta y el consejo fue asumido por Emilio Azcárraga Milmo, “el Tigre”, quien comenzó una etapa de internacionalización. La extensión creció geográficamente y en la diversidad de sus productos. En 1997, la presidencia la asumió Emilio Azcárraga Jean. Su línea se diversificó: televisión de paga, Internet, móviles, productos de consumos, eventos en vivo, juegos y sorteos, revistas, estaciones radiofónicas. Desde sus inicios Televisa, bajo sus diversos nombres, tuvo como meta entretener al pueblo, darle lo que éste quería, y a través de ello obtener jugosos ingresos económicos. También añadió el brindar información con cierto sesgo que no levantara olas. Así Televisa ocupó de manera natural el lugar de 4to poder que la teoría le asigna a los medios de comunicación en la sociedad.

Su capacidad de penetración se ha debido en gran parte al hecho de que es “gratuita” gracias al bombardeo de publicidad que sufre el televidente (fenómeno que merece un análisis aparte); a la tendencia de satisfacer el gusto más procaz de la gente y las tendencias que exigen menos esfuerzo intelectual y ético; a su carencia de sentido crítico en relación con los abusos del gobierno quien así le ha facilitado su crecimiento (véase la recompensa recibida en el 68) o en relación con el status quo (véase la presión ejercida por el grupo Bimbo durante el inicio del destape del escándalo de pedofilia de Marcial Maciel para que no se hiciera un escándalo en televisión so pena de retirar su publicidad); y a su gusto de darle atole con el dedo al público, así como a la gran cobertura que ha logrado dentro de los límites del país a donde no llegan otros medios de comunicación.

Televisa ha jugado sus cartas con una astucia demoniaca. Nunca ha olvidado que no quiere educar, que sólo quiere darle al pueblo lo que éste quiere, y si lo que quiere es circo, darle basura. Ha creado su propio estilo de porquería, ha estropeado el buen gusto, la inteligencia, la cultura; ha corrompido los valores más sutiles. Finalmente se ha aliado de manera clara con los otros poderes: el del dinero, el de la política, y hasta donde se ve, el del crimen organizado, para entre todos, mantener maniatado a un pueblo cuando éste trata de escapar de su control. Los títeres que ahora vemos en los Pinos y que poseen casas blancas, son una muestra clara de alianzas que no se esconden y que corren de sus puestos a periodistas valiosos para que no hagan ruido y no despierten a un pueblo adormecido.

Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés, que se respete la Ley de Víctimas, que se investigue seriamente el caso de Ayotzinapa, y que el pueblo trabajemos por un Nuevo Constituyente.