Contra la Constitución de Apatzingán
La falsedad de los asertos de estos
hombres perdidos e ignorantes.
Félix Ma. Calleja
José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
Este 24 de mayo se cumplen 200 años de la expedición de uno de los más iracundos documentos emitidos por el 60° virrey de la Nueva España, Félix María Calleja del Rey, en contra de los héroes de la Independencia de México.
El motivo de tan enjundiosas y descalificadoras declaraciones del enemigo jurado del movimiento independentista fue producto de la publicidad hecha al Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, promulgado en Apatzingán el 22 de octubre de 1814, cuya reimpresión por parte de la oficina de don Mariano de Zúñiga y Ontiveros comenzó a circular por la ciudad en mayo de 1815, promoción que agravó la disolución de las Cortes y el desconocimiento que Fernando VII hizo de la Constitución de Cádiz, por lo que, a criterio del rabioso representante del absolutista monarca español —y como su cogobernante de Nueva España—, la difusión de la Constitución de la América Mexicana ameritaba acciones contundentes en contra de ese “libelo rebelde, para lo que el funcionario real ordenó que se quemasen por mano de verdugo en la plaza mayor la Constitución y demás papeles… y que lo mismo se verificase en todas las capitales de provincia”.
El decreto de Calleja exhibe el talante autoritario de un burócrata acorralado por su circunstancia y condición de virrey, lo que motiva que tilde de “ridícula” la Constitución y califique a sus autores de “rebeldes que se nombran diputados” a la par de incriminarlos por elaborar “un compuesto de retazos de la constitución angloamericana y de la que formaron las llamadas Cortes extraordinarias de España”, negando así validez al complejo proceso constitucional vivido por los fundadores de la república mexicana.
En su desbocada ira, el funcionario peninsular recurre a la calumnia al afirmar que la Constitución de Apatzingán calca el “calendario luterano, destruyendo en la mayor parte el culto de los santos”, falacia con la que pretendió azuzar a la Santa Inquisición contra los “rebeldes impíos”.
El absolutismo del conde de Calderón —título otorgado a Calleja tras la victoria realista del 17 de enero de 1811 en la batalla del puente del mismo nombre— se acredita al afirmar en el “decreto contra los papeles de Apatzingán… la osadía de haber formado y publicado su constitución en tiempos en que todos los españoles han recibido con el mayor entusiasmo los justos y sabios decretos y resolución de rey nuestro señor dirigidos a anular las innovaciones democráticas de las abolidas cortes de España”.
Los ofuscados argumentos del decreto de Calleja del 24 de mayo de 1815 hacen víctima de sus propios embustes al virrey, quien sí pasó a la historia como un “hombre perdido e ignorante”, a diferencia de los constituyentes de Apatzingán, esos hombres cabales y justos en contra de los cuales dirigió entonces su insidioso pasquín.
