Polemista y polémico

 

Roberto García Bonilla

El centenario del nacimiento de Octavio Paz en 2014, generó —además de la republicación de su obra (FCE)— una bibliografía útil para acercarse a una figura tan compleja como central en la cultura mexicana del siglo XX. Polemista y polémico, Paz ha provocado consensos tan rotundos en el elogio como en la crítica áspera —rechazo, incluso, a su poder supremo en nuestra empobrecida república de las letras—; ha sido con mucho más comentado que leído, de la pontificación a la denostación.

No deja de ser significativo el cúmulo de publicaciones que las editoriales, sobre todo institucionales, han dedicado a nuestro Premio Nobel de Literatura (1990). El poder político y el poder cultural han abrazado la figura, aunque se ignore la obra, y El laberinto de la soledad (1950) se haya querido leer como un manual de ontología mexicana o instructivo de historia sentimental cívica.

Fue revelador y estimulante que en los coloquios, congresos, mesas redondas realizados para conmemorar el centenario del poeta, ensayista, editor —fundador de las revistas Taller (1938), Tierra Nueva, El hijo pródigo (1942), Plural (1971), y Vuelta (1976)— hubo voces que disintieron del elogio unánime; las nuevas generaciones, es natural, se niegan a tener en Paz un tótem, del mismo modo que rechazan que la referencia como paradigma sea Rulfo.

Libro singular

En el ámbito periodístico, en general, se reprodujo, con más o menos maquillaje y claroscuros, el retrato hablado de Paz, delineado sobre todo por sus directos herederos intelectuales: sus cercanos colaboradores en Vuelta. Hay casos de periodistas que siguieron la trayectoria del autor de Luna silvestre, que lo entrevistaron en distintos momentos —sobre todo coyunturales—; el más conocido es el de Elena Poniatowska cuya amistad con Paz fue estrecha; llegó a decir: “¡Él [Paz] fue el que inventó que yo escribiera!”.

Poniatowska forma parte de un libro singular; tan indefinible como excepcional por su contenido, los colaboradores que lo integran y la iconografía que entre sus páginas reposa: Octavio Paz. Semblanzas, territorios y dominios de Braulio Peralta (2015), periodista y editor por cerca de cuatro décadas (autor de El poeta en su tierra. Diálogos con Octavio Paz (1996) —reúne conversaciones con el poeta entre 1981 y 1996— y recién apareció una edición conmemorativa producida por la Cámara de Diputados con una espléndida foto de Enrique Díaz, cuando el poeta tenía 24 años.

Pocas veces un libro causa, conjugadas, motivación e inquietud: parte de la singularidad de Octavio Paz. Semblanzas… reside en la conformación de los textos que nos entrega Peralta; hay entrevistas a las que anteceden ensayos, en fragmentariedad, de los entrevistados; es el caso Jorge Aguilar Mora (autor del menospreciado ensayo La divina pareja. Historia y mito en Octavio Paz, de 1978) —“La fuga de la identidad”— y Héctor Aguilar Camín (“Metáforas de la tercera vía. Sobre el ogro filantrópico”) de los cuales no se precisa su procedencia original.

Uno de los méritos de esta reunión de voces es el encuentro de autores que, entre sí, han tenido diferencias ideológicas y personales irreconciliables. Con todo, por ejemplo, Aguilar Camín reconoce lo que poquísimos intelectuales, críticos y académicos han reconocido: “creo que Aguilar Mora es uno de los mejores lectores que ha tenido Paz, un lector crítico, desde luego”.

Aguilar Mora, por su parte, hace un recuento de su ruptura con La Cultura en México de Siempre!; luego de que Monsiváis decidió que un texto de él sobre Paz no se podía publicar, “argumentó que no podía correr el riesgo de que Paz se enojara con nosotros”.

Encontramos textos polimórficos como “La ciudad como escenario: seis momentos en torno a Octavio Paz” de Fernando Sabater o el de Antonio Saborit (“Fichas de lectura”) que, como su nombre lo indica, surge de la varia intención de quien se sumerge en la lectura; parten de una prenoción monográfica y alcanzan la silueta de una historia de vida. Encontramos textos que mantienen su estructura pregunta-respuesta a través de un medio digital como la de Teresa del Conde. Un rasgo documental —como una variante de los tantos rostros del ensayo— es que la mayoría de las respuestas fueron escritas por los mismos entrevistados. Hay participaciones sólo ensayísticas de Yvon Grenier, Armando González Torres.

La seriedad que se merece

Dos poetas y ensayistas van de la autobiografía intelectual al juicio sobre el poeta de Mixcoac: Tedi López Mills y Pura López Colomé; la traductora de Robert Hass y Seamus Heaney precisa una verdad que es asimismo una llamada de atención: “creo que apenas estamos comenzando a leer a Paz con la seriedad que merece”, y añade una prueba de la importancia de Paz no sólo para la literatura sino para toda la cultura mexicana: “Pocos intelectuales, humanistas y poetas han llevado nuestra poesía a todos lados. Paz es el primero”.

En esta polifonía interpretativa encontramos una sustanciosa entrevista historicista que abarca desde el Ateneo de la Juventud hasta la Onda, realizada por Carlos Monsiváis en 1967 y en la cual el poeta indica: “Yo no creo que el surrealismo haya tenido nunca vigencia. La función del surrealismo, a mi juicio, es no ser vigente. Ser la otra voz, la otra cara de la sociedad”.

Roger Bartra habla de un tema sobre el que hay mucho que ahondar, las polémicas y la posición de Paz y de los intelectuales con el Partido Comunista y, en general, con la izquierda (y también con el marxismo): “Octavio Paz formaba parte de la cultura de la Revolución Mexicana, del nacionalismo revolucionario: él nunca se desprendió de esa cultura. En cambio yo era profundamente crítico del nacionalismo mexicano y de la Revolución Mexicana, del PRI, de todo eso. Ahí teníamos una discrepancia importante”.

Recuerdos fragmentarios, cruzados con misivas entre Paz y la autora de La noche de Tlatelolco nos dejan un rompecabezas para armar. También encontramos colaboraciones de Darío Jaramillo Agudelo, Víctor Manuel Mendiola, Ana Cecilia Terrazas; y “Cinco guijarros [poéticos] de Mixcoac”, de José Emilio Pacheco.

Octavio Paz. Semblanzas… contiene una iconografía y una presentación de Arturo Saucedo, quien realizo la curaduría de una exposición en torno a Paz, albergada en el Museo del Refugio de Tlaquepaque que concentra portadas de libros y revistas, retratos, manuscritos y obra pictórica del siglo XX.

Tenemos, en suma, un libro excepcional por su contenido, su factura y significación documental e histórica.

 

Braulio Peralta, Octavio Paz. Semblanzas, territorios y dominios, México, Fundación Iberoamericana para el Arte y la Cultura, 2015.