A quién beneficia deteriorar su imagen
Humberto Musacchio
Lorenzo Córdova, consejero presidente del INE, se reunió con líderes indígenas y después conversó telefónicamente sobre el asunto con Edmundo Jacobo, secretario ejecutivo de la misma institución. Para desgracia del primero, la charla fue grabada y puesta en YouTube.
En el diálogo, abundan expresiones, digamos, impropias de tan altos funcionarios, tales como “cabrón”, “güey”, “carajo” o “no mames”. Pero lo peor es que el presidente del INE se burla del habla de un indígena al que imita: “Yo gran jefe nación chichimeca, vengo Guanajuato, yo decir a ti, o diputados para nosotros o yo no permitir tus elecciones”. Luego se burla de él: “Vio mucho Llanero Solitario”, “yo gran jefe Toro Sentado líder gran nación chichimeca…”, para concluir que “acabamos muy divertidos o acabamos en el psiquiatra”.
Por supuesto, es reprobable que cualquier persona haga escarnio de la condición con la que nace una persona, pero resulta inadmisible que quien se burle sea un alto funcionario público, precisamente quien debe fungir como árbitro de la elección de autoridades de todos los mexicanos.
Por supuesto, Córdova ya se disculpó por sus “irrespetuosas y desafortunadas” expresiones y lamentó que se pretenda desprestigiar a la autoridad electoral mediante recursos ilegales —las grabaciones telefónicas lo son—, lo que es especialmente delicado cuando estamos a unos días de los comicios de medio sexenio.
Sorprende que un hombre del refinamiento y la cultura de Lorenzo Córdova haya sido capaz de expresiones como las citadas, pero sorprende más que olvidara su precaria situación, pues más que presidente ha sido prisionero del consejo general del INE, que le ha restado facultades y lo tiene atado de manos ante casos relevantes.
Todo personaje público sabe que está expuesto al espionaje de sus adversarios, quienes vigilan cada paso de su actuación pública en espera de errores, que intervienen sus comunicaciones para captar sus dislates y que incluso entran en su vida privada con la intención de sorprenderlo en momentos comprometedores.
Lorenzo Córdova debía saber lo anterior, pero lo olvidó. De poco sirve argüir que tal espionaje es ilegal, pues lo que importa son sus resultados prácticos, que en este caso deterioran la investidura del árbitro electoral.
En todo caso, lo que conviene saber es a quién beneficia deteriorar la imagen de Córdova: ¿a la mayoría filopriista del consejo general del INE? ¿Acaso al Partido Verde? ¿O tal vez a un poder que quiere mayoría parlamentaria a toda costa para paliar el desprestigio causado por su corrupción e ineptitud? Que cada quien saque sus conclusiones.