Entre vecinos y políticos…
Humberto Musacchio
Pasan los días y al parecer ningún funcionario federal se enteró de lo dicho por Tom Malinowski, subsecretario estadounidense de Estado para Asuntos de Democracia, Derechos Humanos y Trabajo. Ni la Presidencia de la República ni la Cancillería escucharon a ese señor que señaló el desastre que reina en México en materia de derechos humanos.
Los ciudadanos conocemos muy bien la constante violación de los derechos humanos, la corrupción e ineptitud de nuestros cuerpos policiacos y la ausencia práctica de un sistema de impartición de justicia o cualquier cosa digna de ese nombre.
Lo que dijo Malinowski es casi todo verdad, pero no le correspondía decirlo a tan alto funcionario de un gobierno extranjero. Eso se llama injerencismo, mala leche o actitud metiche, lo que se hubiera evitado con un poquito de respeto por México y su gobierno, por llamar de alguna manera al equipo de expertos en batidillo que cobran como si de veras hicieran funcionar el Estado.
Pero Tom el Maligno incluso se dio el lujo de indicar al gobierno mexicano lo que debe hacer en casos como el vivido en Iguala: “las autoridades —dijo— deben reaccionar mucho más rápido cuando haya denuncias de desaparición”, lo que hacía referencia a la pachorra del Ejecutivo para responder e incluso a la huida a Hong Kong mientras acá cundía la indignación.
El malévolo Malinowski declaró que México se halla “bajo fuerte escrutinio de la comunidad internacional” después de los asesinatos ejecutados por el ejército en Tlatlaya o por la desaparición forzada de los 43 muchachos de la Normal de Ayotzinapa, casos que muestran “la tradición de impunidad” que rige en el país ante las reiteradas violaciones a los derechos humanos, “corrupción, desapariciones, secuestro y tortura”. Pues sí, todo eso ya lo sabíamos, pero el gabacho no tenía por qué decirlo.
Menos aún puede aceptarse su tonito de consejero, como el que empleó al soltar perogrulladas como ésa de que “la clave es aplicar compromisos y leyes de manera que el cambio llegue a la gente en todos los rincones de México” o al soltar mentiras, como aquélla de afirmar que “en Estados Unidos estamos listos para trabajar por un cambio positivo con el gobierno y la sociedad de México”. ¿De veras?
La impresión que tenemos los mexicanos es que la caótica situación que vivimos se la debemos en mucho a nuestros buenos vecinos, empeñados en que aquí libremos la guerra contra el narco mientras allá una veintena de estados legalizan las drogas. Y para eso existen la Iniciativa Mérida, operaciones como Rápido y Furioso o la actitud rastrera de nuestra miserable clase política, que acaba de autorizar que los policías gringos se paseen armados por el territorio nacional. Con esos vecinos y con estos políticos, ya puede pasar cualquier cosa.