Ricardo Venegas

 Perteneciente a la generación de los poetas mexicanos de los 50, Lina Zerón se destaca en ese grupo de poetas por ser una autora cuyos poemas han recorrido el mundo, ha sido traducida a más de 12 idiomas, aparece en innumerables antologías y, sobre todo, el lector puede escuchar en sus poemas un tono femenino cargado de motivos que rememora a escritoras universales como Rosario Castellanos, Giconda Belli o Alejandra Pizarnik.

Como el Ave Fenix, la poesía es un arte de renacer, de regresar de las cenizas, Lina lo sabe bien, por ello, en Hígado de perra (Eternos malabares), escribe en “Grita la noche”: “Me cofundo/me tomas/te bebo/ implora la luna,/ sucumbo,/ naufragas en mí,/gimo/ aúllo/ muero,/ renazco al alba”.

La poesía de Lina es amorosa y se hermana con el instante, no es una poesía inalcanzable, a veces es ese amor que nace del dolor y de la experiencia vital de una autora de probada trayectoria que nos recuerda a poetas de la talla de Amado Nervo, quien cuando leía sus poemas tenía público de multitudes, Lina Zerón es una poeta buscada por el lector, su poesía comunica y está cerca: “Vivo en un país tan grande que todo queda lejos,/ la educación, la comida, la vivienda./ Tan extenso es mi país,/ que la justicia no alcanza para todos”; es en esta vena donde aflora su contacto con lo social, con el otro al que se dirige a manera de diálogo como una forma de restituir la dignidad de los hablantes y de sus circunstancias. En su obra aflora la dignidad del ser, uno puede celebrar la lectura de un volumen que configura la soledad, el tiempo, el amor y el desamor que en palabras de Octavio Paz es el “presente perpetuo” de la poesía; Hígado de perra es el mejor referente de que la poesía en México goza de inmejorable salud.