ANÁLISIS INTERNACIONAL

Dr. Michel Duquesnoy*

(Segunda de tres partes)

Si el aturdimiento corresponde a una sensación pasajera generada por lo desconocido y lo exaltante que promete una aventura dentro de los espacios abiertos —quien ha buceado en hondos mares abiertos entenderá la metáfora—, no faltan los que, frente a la perspectiva de los compromisos a los que la libertad íntima, experimentan una extraña nausea causada por el asco y el sobresalto que la frescura de las brisas de libertad les inspira. Estiman que los espejismos abundantes en las ideologías totalitarias, “populistas”, integristas, racistas, fundamentalistas y otras construcciones falaces por el estilo, engendran seguridad, protección y escudos sólidos contra los vientos de la libertad confundidos solamente por ellos con supuestos caos o desmoronamientos de los paradigmas entre los que incuban sus mortíferos pensamientos. Para ellos, con la exquisitez de su mezquindad amarga (que, en realidad, no es sino otra restricción de su capacidad intelectual), libertad se confunde extrañamente con libertarismo y licencia, que no son más que extravagancias y desenvolturas falsamente pequeña-burguesas.

Si volvemos al tema de los deberes necesarios al ejercicio de una libertad preocupada por la igualdad para todos y todas, es menester insistir en una consecuencia grave a la que conduce su renuncia: los “otros” sí decidirán por la mayoría, no necesariamente con las mejores opciones, y “ellos” pues sólo oscilarán entre pocas alternativas: el silencio de los inocentes, el cobarde confinamiento ciudadano, las quejumbres insólitas de los que se condenan a lo que de La Boétie llamaba “servidumbre voluntaria” .

México, Venezuela y Chile son tres países que, cada uno con su singular background histórico, social y cultural, ofrecen caras disimiles frente a los dos temas que nos ocupan: el Estado-nación y la democracia. Los tres han pagado un costoso tributo a las privaciones de libertad y a los horrores de las dictaduras. Los tres han visto embargado los orgullosos límites de su Estado por las sacro-santas leyes del libre mercado, sea prostituyéndose con ellas o adoptando una actitud supuestamente soberana. Los tres han conocido recientemente la historia del Evangelio de la transición a la democracia al que van respondiendo con estrategias distintas.

Uno solo parece haber —por fin— terminado, esperamos exitosamente, dicha transición: Chile. Ahora bien y con toda la prudencia y todos los matices imprescindibles a los que la afirmación anterior nos invitan, es innegable que mucho, mucho camino queda por recorrer por parte de la república del Conosur. Seamos claros y consecuentes: ¿cuántos países democráticos actualmente podrían vanagloriarse de haber recorrido TODO el camino de la democracia? Sería olvidarse fácilmente que la democracia es un proyecto y como tal, se está construyendo día con día; gobierno con gobierno; vecinos con vecinos; conflictos con conflictos; etc. Sin embargo, Chile da notables señales de encaminarse en una vía democrática digna de ser valorizada.

Quien dice transición terminada, dice entrada en la democracia. O salida. La transición es una travesía sobre un puente con dos extremos que se miran frente a frente: un antes, un después. No hay puentes en zigzag. Pero sí existe el caso de los gobiernos que parecen estancarse voluntaria e indefinidamente a medio camino.

México, Venezuela y Chile se enfrentan en los tres últimos años a corrientes de oposición que cuestionan la legitimidad del poder de turno así como a claras maniobras fraudulentas cuando no de corrupción en el seno mismo del gobierno o de las élites financiero-políticas. Al escoger este lapso de tres años, precisemos que el terminus a quo es la elección controvertida a la Presidencia de los Estados Unidos de México de Enrique Peña Nieto con el terminus ad quem que no es más que la actualidad. Durante este período, Michelle Bachelet fue elegida sin duda posible y por segunda vez a la Presidencia de la República de Chile; Nicolás Maduro, como delfín del difunto Hugo Chávez, figura carismática emblemática de la auto proclamada Revolución Bolivariana, llegó a la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela a través de elecciones “democráticas” pese una campaña veloz e inequitativa entre los dos candidatos presidenciables.

*Universidad Bernardo O Higgins, Observatorio Regional de Paz y Seguridad, Santiago, Chile.