Osorio Chong se agota

 

 

José Luis Camacho Acevedo

Para nadie era un secreto el silencioso crecimiento del cártel Jalisco Nueva Generación, que el pasado primero de mayo dio una muestra de su poder, también se evidenció el grado que han alcanzado las filtraciones, lo cual solamente puede ser posible debido a la putrefacción que ha dejado la corrupción a su paso por el sistema.

Al respecto, especialistas del think tank International Crisis Group señalaron en una entrevista “que sin corrupción los cárteles no pueden crecer y tomar tanto poder, alguien tiene conocimiento sobre hasta qué punto llega esto”. El gobierno está perdiendo el control y se hace evidente que hace falta trabajo de inteligencia (Sin Embargo, 11 de mayo).

Del mismo modo, el pasado 10 de mayo en la editorial del semanario de la Iglesia católica mexicana, Desde la Fe se lanzó una dura condena al Estado mexicano por su incapacidad para combatir la violencia del crimen organizado, y los niveles a los que ha llegado el poder corruptor de las organizaciones de narcotraficantes en México, como es el caso del cártel Jalisco.

En este tenor, en su visita de Estado, el presidente colombiano Juan Manuel Santos tocó con más énfasis que el tema de la seguridad, y guardando siempre el lenguaje diplomático, el de la corrupción.

Santos dijo que “él no era nadie para hacerle recomendaciones al presidente Peña Nieto. Lo único que diría es que una regla de oro en la lucha contra el crimen organizado es vigilar y controlar la corrupción entre las propias fuerzas armadas y autoridades, que son generalmente los primeros blancos de los mafiosos” (El Universal tv, 9 de mayo).

El ataque del cual fueron víctimas las fuerzas federales demostró la falta de trabajo de inteligencia, así como de coordinación y cooperación entre las que intervinieron elementos indispensables para conseguir resultados efectivos. Resulta entonces necesario subrayar que si no hay un cambio de estrategia, es probable que en un futuro próximo se presenten ataques similares con consecuencias todavía más fatales.

Es obvio que hay reclamo popular generalizado de que el gobierno debe reorganizar la lucha contra el crimen organizado en México.

En este sentido los especialistas coinciden en señalar que, así como fueron separadas las secretarías de Hacienda y la de la Función Pública, lo mismo debería ocurrir en la de Gobernación, fragmentándola para crear una dedicada a los temas de seguridad.

Después de los tiempos de Genaro García Luna, cuando la flamante y poderosa Secretaría de Seguridad Pública dejó mucho que desear en materia de transparencia, y sobre todo en sus controles con respecto a la corrupción, le tocó el turno para ser disuelta por el presidente Enrique Peña Nieto, quien transfirió sus facultades a Gobernación, para que supuestamente hubiera un mayor control e incrementar la cooperación entre las dependencias.

Sin embargo, no se contempló que en Gobernación hay demasiadas tareas y responsabilidades, muchas de ellas de gran importancia que sin duda podrían abrumar a su titular. El poder que ostenta es tanto que Osorio Chong se está desgastando de manera innecesaria, tanto político como institucionalmente, por esa doble carga que lleva a cuestas.

A esto se le suma que el trabajo de algunos subsecretarios no ha sido del todo eficaz, para muestra está el caso de su subsecretario del ramo, Luis Miranda, que ha dejado mucho que desear como negociador en los casos de la CNTE y ahora con el explosivo caso de los jornaleros brutalmente explotados en la región de San Quintín, en Baja California.

O el de la tan cuestionada Lía Limón García, quien abandonó su cargo para buscar una plurinominal por el Partido Verde, pero antes de irse intentó “cerrar” el capítulo de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala, tratando de resarcir económicamente los daños a los familiares de los normalistas, otro de sus grandes pendientes fue la elaboración de la lista de personas desaparecidas o ausentes en el país.

Puede y debe haber una nueva Secretaría de Seguridad, pero apoyada en esta ocasión en otro tipo de controles anticorrupción e instrumentos que garanticen la transparencia, lo cual se ve cada vez más como una realidad, sobre todo con el recién creado Sistema Nacional Anticorrupción.

Es tiempo de cambiar la estrategia que a todas luces no ha funcionado, el clamor ciudadano, convertido ya en prioridad nacional, de detener el avance de la violencia provocada por el crimen organizado y, ante el panorama que se vislumbra complicado, se necesitan respuestas rápidas por parte del gobierno.

Y para colmo, Osorio Chong está realizando su titánica labor con las elecciones en puerta. Por cierto, después del 7 de junio se presentarían importantes cambios en el gabinete, ya que el actual jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño podría pasar a ser el nuevo secretario de Gobernación, en caso de que el actual tome las riendas de la dirigencia nacional del PRI.

Decisiones importantes en puerta.